jueves, 6 de abril de 2017

LAS CAMPANAS DE SANTIAGO.




Almanzor el Victorioso, azote de la Cristiandad, atravesó la Península Ibérica durante el verano de 997, desde la Córdoba califal a la brumosa Galicia, y dirigió sus tropas hasta la tumba del Apostol. La Media Luna destrozaba la Cruz y violaba un lugar sagrado, el más occidental de todos ellos. Los muslimes destrozaron templos y saquearon todo lo que encontraron a su paso, eso sí, por orden de su caudillo, no tocaron el sepulcro de Santiago.


Tras arrasar la ciudad, y para recordar la hazaña, Almanzor decidió tomar como trofeo las campanas de la Catedral. Los cristianos cautivos fueron obligados a cargar sobre sus hombros las enormes campanas y realizar de esta manera todo el trayecto hasta la ciudad andaluza. Según una tradición, poco importa la veracidad, las campanas regresaron a su campanario legítimo doscientos cincuenta años cuando Fernando III el Santo conquistó Córdoba. En esta ocasión fueron prisioneros musulmanes los encargados de volver las cosas a su sitio.  

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