Los reyes merovingios hastiados de
poder fueron (mayoritariamente) ineptos, holgazanes y vividores.
Dejaban las arduas tareas de gobierno en manos de sus mayordomos de
palacio. Childerico III fue el último de estos reyes, el mayordomo
de palacio Pipino el Breve, auténtico rey en la sombra, le arrebató
la corona para ceñirla él mismo. Childerico fue tonsurado (algo que
lo incapacitaba para volver a reinar) y recluido en un monasterio el
resto de sus días.
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