Carlos III (hijo de Luis el
Germánico) volvió a reunir en su persona (al menos un tiempo) el
Imperio de Carlomagno. Pagó un montón de plata a los vikingos para
que dejasen de acosar su capital y los invitó, amablemente, a que
invadiesen Borgoña. En los últimos años de reinado mostró
síntomas de locura (tal vez epilepsia), fue depuesto por una
asamblea de notables, y fue sometido (contra su voluntad) a una
trapanación de cráneo.
Sólo, abandonado por todos,
incluida su mujer Ricarda que se fugó con su confesor, se retiró a
Maguncia, para morir en brazos del obispo. Triste final para la
dinastía carolingia. Con la muerte de Carlos Francia y Alemania
separaron sus caminos para siempre jamás (ni siquiera la Unión
Europea ha podido remediarlo).
No hay comentarios:
Publicar un comentario