Inquieto, curioso y ávido de
conocimiento, no dudó en abandonar Inglaterra, la comodidad del
hogar y convertirse en el primer Erasmus de la Historia. Viajó por
el continente cultivando su mente, buscando las fuentes del
conocimiento, de Oxford a París, y de París a Toledo, donde entró
en contacto con su reputada Escuela de Traductores. En la Ciudad
Imperial pudo consultar las traducciones árabes de los clásicos
griegos. Un apasionado del estudio supremo de todo conocimiento
humano.
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