miércoles, 27 de abril de 2016

EL CABALLERO DE LA RESIGNACIÓN.



Vintila Horia, escritor rumano afincado en España durante un tiempo, inspirado en algún voivoda histórico legendario, dio vida a Radu Negru, “el Caballero de la Resignación”. Las aventuras de este paladín discurren entre dos polos geográficos totalmente opuestos; los bosques de Valaquia y la República de Venecia. El viaje es el eje vertebrador de la novela, y su protagonista vive una vida llena de interrogantes, sobre sí mismo y sobre el mundo que le rodea.

Radu Negru viendo su país acosado por los maliciosos otomanos inicia un viaje revelador a través de la costa de Dalmacia, pasando por ciudades como Split o Zadar, para llegar finalmente a Venecia. Su intención solicitar al dux de la república ayuda para detener a los turcos. Pero allí, en la ciudad de los canales descubrirá un mundo totalmente diferente a su Valaquia natal y una forma de vida llena de desenfreno, lujo y sensualidad. A pesar de la opulencia, las amantes y las orgías que encuentra en Venecia, la verdadera libertad únicamente existe en los salvajes bosques y picachos valacos. La historia del Caballero de la Resignación encarna la encrucijada en la que se encontraba Valaquia, y por extensión toda Rumanía, y las diferentes disyuntivas vitales que tiene que afrontar (y superar) todo hombre.

Había heredado a la vez el Trono y el pecado. Aquella confesión lo había aislado, lo había señalado como con un rayo lanzado inesperadamente de un cielo siempre al tanto de los gestos humanos. Pocas alegrías podía tener aún en medio de las colinas boscosas en que el enemigo los había cercado durante años y años, pero las palabras del moribundo le privaban de ellas de un solo golpe. A partir de entonces, no podría asociar a nadie a su destino. Un Radu-Negru había fundado la dinastía hacía más de tres siglos, y él llevaba el nombre del príncipe fundador, pero se sentía ya una especie de bastardo, arranque de una nueva rama maldita volcada a todos los desastres. No le gustaba la guerra. Le parecía injusto mandar a los hombres. Y le molestaba profundamente hacerse obedecer porque había obedecido durante demasiado tiempo las órdenes del Viejo, que expiró en sus brazos en el único gesto de ternura que él había conocido”.

Vintila Horia.

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