martes, 21 de octubre de 2014

EL CAMINO DE ARLÉS



Europa se hizo cristiana. El ermitaño Pelayo descubrió el cuerpo de Santiago. Entre el obispo Teodomiro y el rey Alfonso II reabrieron una antigua ruta de peregrinación. Y miles de cristianos devotos llegaron cada año al borde del Fin de la Tierra para abrazar al apóstol. 

De Arlés, en la Galia Mediterránea, partía una de las cuatro rutas con destino a Galicia que atravesaban Francia. El Camino de Arlés, el más meridional de todos ellos, pasa por Toulouse, cruza los Pirineos por Somport y ya en España cambia de nombre por el de Camino Aragonés. 

Aymeric Picaud llama a esta ruta la Via Aegidia (ruta de Saint Gilles) y era utilizada por la gente que llegaba de Italia y de la Provenza. Pero también servía para los que, viniendo de España o de la propia Francia en sentido inverso, se dirigiesen a Roma.

Según el propio Picaud, antes de partir de Arlés, los fieles deben honrar con su visita la tumba de San Trófimo, en la iglesia del mismo nombre, y es que precisamente las reliquias solían ser los hitos que marcaban los diferentes caminos de peregrinación, muchos de ellos relacionados con romerías y cultos locales o regionales. 

El primero que tienen que visitar quienes se dirigen a Santiago por el camino de Saint-Gilles, es el cuerpo del bienaventurado Trófimo, confesor, en Arlés. En su carta a Timoteo, hace mención de él San Pablo, que le ordenó obispo y le envió como primer predicador del evangelio de Cristo a la ciudad de Arlés. Él es la fuente cristalina, como dice el papa Zósimo, de la que toda la Galia recibió los arroyos de la fe. Su festividad se celebra el día 29 de diciembre.
Picaud.

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