La República de Venecia sustentó su éxito en el comercio, y fue Bizancio quien le brindó la oportunidad de penetrar en los lucrativos mercados orientales. La ciudad surgida de los lodos de la laguna está camino de convertirse en una gran potencia marítimo-comercial, el comercio será el eje de todas sus actuaciones y Bizancio, su gran aliado, y la Puerta de Oriente, el lugar del que proceden las sedas de China, las especias de la India y los suntuosos objetos de Persia.
Granjearse la amistad de los emperadores griegos era un interesante punto de partida para integrarse en los circuitos comerciales de Oriente. En los primeros tiempos Venecia era una provincia bizantina, pero ganada su autonomía, podía negociar de igual a igual con el imperio. Fruto de esas buenas relaciones son una serie de concesiones que el basileus otorga a los venecianos, y que quedan reflejadas en documentos conocidos como “crisóbula” o “bula de oro”. Estas crisóbulas convierten a Venecia en una auténtica aliada y no en una simple ciudad sometida. Podemos señalar tres crisóbulas esenciales en el progeso comercial veneciano.
► En el año 992 el dux Pietro II Orseolo prestó ayuda naval a Basilio II Bulgaróctono, que a cambio concedió una crisóbula, en virtud de la cual los barcos venecianos disfrutaban de jugosas reducciones en los pagos de determinados impuestos sobre la importación y la exportación (ventajas aduaneras).
► En 1082 Alejo I Comneno ratificó estos privilegios con una nueva crisóbula, concediendo además a los habitantes la libertad de tránsito por el imperio, la exención de taas, varios talleres en el Cuerno de Oro y tres muelles. Amenazado por las tropas del normando Roberto Guiscardo, el basileus otorgó ventajas comerciales a los venecianos, superiores a la de sus propios súbditos bizantinos. En palabras de Steve Runciman: “Pero Alejo era culpable de dos grandes errores. A cambio de ayuda inmediata dio ventajas comerciales a mercaderes extranjeros en perjuicio de sus propios súbditos, y, en un momento crucial, desbarató el sistema monetario imperial, sistema que durante siglos había creado la única moneda estable en un mundo caótico”. El embajador veneciano, además, tenía línea directa con el basileus.
Estos éxitos diplomáticos coloraron a la República de San Marcos a la cabeza del comercio con Oriente, situándose por encima de sus rivales italianos como Ancona y Amalfi. Las relaciones entre el puerto de las lagunas y los del Bósforo eran muy activas, y en poco tiempo se habían fundado establecimientos venecianos en Loadicea, Antioquía, Mamistra, Tarso, Éfeso, Chíos, Focea, Selembria, Salónica, Atenas, Tebas, Corfú, Modón . . . bases de abastecimiento y de penetración que se fueron erigiendo en los cimientos del imperio marítimo veneciano (construyendo una talasocracia).
Después del año 1100, Venecia, la misma Venecia que había surgido como una aldea de pescadores, era una gran potencia mediterránea en los ámbitos económico, político y militar. Tal era su poder, que tenía capacidad para ofrecer sus servicios como flota al Imperio Bizantino, y de esta forma obtener los privilegios comerciales en Constantinopla, el mayor centro comercial de Europa en aquellos tiempos. La combinación de la diplomacia y el poderío militar explican el éxito veneciano más allá de sus islas y lagunas.
► Una nueva crisóbula, fechada en 1198, y publicada por Alejo Ángel, renovaba los privilegios mercantiles de Venecia y añadía cláusulas nuevas sobre el estatuto de los venecianos en el imperio.
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