La mitología clásica en clave espacial. En esta ocasión el intrépido Ulises tiene que utilizar toda su inteligencia para derrotar a la Esfinge, rememorando la leyenda (y tragedia) de Edipo.
La mitología clásica en clave espacial. En esta ocasión el intrépido Ulises tiene que utilizar toda su inteligencia para derrotar a la Esfinge, rememorando la leyenda (y tragedia) de Edipo.
a) ELIGE LA MONTAÑA QUE DESEAS SUBIR. No te dejes llevar por los comentarios de otros, como “aquella es más bonita” o “esta es más fácil”. Vas a gastar mucha energía y mucho entusiasmos para lograr tu objetivo, por lo que eres el único responsable y debes estar seguro de lo que haces.
b) HAS DE SABER LLEGAR HASTA DELANTE DE ELLA. Muchas veces, se ve la montaña desde lejos: bella, interesante, llena de desafíos, pero, cuando intentamos aproximarnos, ¿qué ocurre?. Las carreteras la rodean, hay bosques entre tú y tu objetivo, lo que parece claro en el mapa es difícil en la vida real. Por tanto, prueba todos los caminos, los senderos, hasta que un día estés delante de la cima que pretendes alcanzar.
c) APRENDE DE QUIEN YA CAMINÓ POR ALLÍ. Por más que te consideres único, siempre hay alguien que tuvo ese mismo sueño antes y acabó dejando marcas que pueden facilitar la caminata: lugares en los que colocar la cuerda, senderos, ramas rotas para facilitar la marcha. La caminata es tuya y la responsabilidad también, pero no olvides que la experiencia ajena ayuda mucho.
d) LOS PELIGROS, VISTOS DE CERCA, SON VENCIBLES. Cuando empieces a subir la montaña de tus sueños, presta atención a tu alrededor. Hay despeñaderos, claro. Hay grietas imperceptibles. Hay piedras tan pulidas por las tormentas, que se vuelven escurridizas como el hielo, pero, si sabes dónde colocar el pie, notarás las trampas y sabrás rodearlas.
e) EL PAISAJE CAMBIA, CONQUE APROVÉCHALO. Claro que es necesario tener un objetivo fijado: llegar a lo alto, pero, a medida que se va subiendo, se pueden ver más cosas y no cuesta nada parar de vez en cuando y disfrutar un poco del panorama circundante. A cada metro conquistado, puedes ver un poco más lejos: aprovéchalo para descubrir cosas que aún no habías advertido.
f) RESPETA TU CUERPO. Sólo consigue subir una montaña quien presta al cuerpo la atención que merece. Tienes todo el tiempo que la vida te da, por lo que debes caminar sin exigir lo que se te puede dar. Si andas demasiado deprisa, acabarás cansado y desistirás a la mitad. Si andas muy despacio, puede caer la noche y estarás perdido. Aprovecha el paisaje, disfruta del agua fresca de los manantiales y de las frutas que la naturaleza te da, generosa, pero sigue andando.
g) RESPETA TU ALMA. No te repitas todo el tiempo: “Voy a conseguirlo”. Tu alma ya lo sabe, lo que ésta necesita es usar la larga caminata para poder crecer, extenderse por el horizonte, alcanzar el cielo. Una obsesión no ayuda nada a la búsqueda de tu objetivo y acaba privándote del placer de la escalada, pero atención: tampoco te repitas: “Es más difícil de lo que pensaba”, porque eso te hará perder la fuerza interior.
h) PREPÁRATE PARA CAMINAR UN KILÓMETRO DE MÁS. El recorrido hasta la cima de la montaña es siempre mayor de lo que piensas. No te engañes, ha de llegar el momento en que lo que parecía cerca esté aún muy lejos, como estás dispuesto a llegar lejos, eso no llega a ser un problema.
i) ALÉGRATE CUANDO LLEGUES A LA CUMBRE. Llora, da palmas, grita a los cuatro vientos que lo has conseguido, deja que el viento allí arriba (porque allí, en la cima, siempre sopla viento) purifique tu mente, refresque tus pies sudados y cansados, abra tus ojos, limpie el polvo de tu corazón. Qué bien: lo que antes era sólo un sueño, una visión distante, ahora es parte de tu vida, lo has conseguido.
j) HAZ UNA PROMESA. Aprovecha que hasta descubierto una fuerza que ni siquiera conocías y dite que a partir de ahora la usarás durante el resto de tus días. De preferencia, promete también descubrir otra montaña y partir hacia una nueva aventura.
k) CUENTA TU HISTORIA. Sí, cuenta tu historia. Da tu ejemplo. Di a todos que es posible y otras personas sentirán entonces el valor para afrontar sus propias montañas.
Paulo Coelho
Ser como el río que fluye.
Ritchie Blackmore es uno de los guitarristas más influyentes de la historia del rock, una especie de genio, capaz de convertir en magia todo lo que toca. Stargazer es otro de los míticos temas trocados por el mago Blackmore, en esa ocasión acompañado del irrepetible Ronnie James Dio, en el disco Rising, el de la consagración definitiva de Rainbow.
Stargazer es una canción de tintes épicos, donde mitología y fantasía van de la mano para recrear la historia de un mago, que quiso imitar a Ícaro: aprender a volar y tocar las estellas. Para conseguirlo esclavizó a una gran multitud que le construye una alta torre desde la que saltar al vacío. La batería de Cozy Powell, la guitarra inmortal de Blackmore, y la letra y voz de un inspirado Dio, tejen un tema imprescindible en la historia del hard rock y heavy metal. Una de esas canciones, que por sí solas, son capaces de hacerte tocar el cielo con la yema de los dedos.
La búsqueda de la belleza ideal, la expresión y el movimiento son los rasgos esenciales de la escultura griega. En este sentido se producirá una clara evolución a lo largo del tiempo hasta alcanzar la perfección, pasando de la simplicidad arcaica (de influencia egipcia), a la perfección clásica (postura del contraposto) y por último el barroquismo helenístico, ganando en expresividad y dinamismo.
Las principales características de la escultura griega son las siguientes:
- Antropocentrismo, el ser humano será el centro de la escultura griega, (ya sea por representar seres humanos, héroes o dioses). El hombre es el arquetipo de perfección y belleza, plasmando el equilibrio entre la belleza física (la del cuerpo) y la espiritual (la de la mente).
- El cuerpo humano desnudo se convierte en eje temático de gran parte de la estatuaria griega, con el objeto de remarcar la belleza de las formas humanas.
- Armonía en las proporciones, interpretación de un canon perfecto (basado en la cabeza, 7 ú 8), idealización de la anatomía.
- Principio de diartrosis: acentuar la división entre el tronco y las extremidades. Las articulaciones son movibles y por tanto las representaciones abandonan la rigidez y manifiestan flexiones ligeras en las zonas articulables.
- La postura del contraposto: todo el peso sobre una pierna y la otra flexionada ligeramente, lo que aporta un mínimo de movimiento a la figura.
- Representación del movimiento; flexibilidad de los miembros, tensión muscular, agilidad, adaptación al medio arquitectónico, como sucede en los frontones.
- Naturalismo idealizado más que realismo. Se trata de crear tipos ideales, no de reproducir rasgos individuales. Representan la belleza y la realidad, pero de un modo ideal. Se descubre el poder de la contemplación estética.
- El artista griego busca la expresión, entendida como exteriorización de los sentimientos, pero se trata de una expresividad idealizada, donde sólo tiene cabida la quietud y la serenidad de ánimo. Será en la época helenística cuando el artista plasme los sentimientos humanos de forma realista y menos idealizada.
- El escultor griego mostrará profunda preocupación por la representación del volumen, rompiendo muy pronto con la frontalidad egipcia. La escultura será concebida como una forma que debe ser contemplada desde todos los ángulos y puntos de vista posibles.
- Materiales: mármol (del Pentélico o de Paros), bronce y excepcionalmente técnica crisoelefantina (gruesas láminas de oro y planchas de marfil, para la estatuas de los dioses).
- Las escultura estaban policromadas, excepto las obras realizadas en bronce.
- Se trata de obras firmadas, apareciendo el artista y su creación.
Temática: dioses, sacerdotisas, atletas, políticos, figuras públicas y personas de la vida cotidiana.
Las obras escultóricas alcanzaron un gran nivel de perfección y acabado, y un extraordinario desarrollo (por extensión y número de obras). Pero apenas se han encontrado obras originales. La mayoría de lo que nos ha llegado son copias romanas. Las copias de obras griegas fueron muy solicitadas en Roma, por lo que se extendió y floreció una fuerte industria de reproducciones. Gracias a ello nos han llegado imágenes de los originales, en muchos casos repetidas. Algunos ejemplos de obras realizadas en bronce disponemos de originales, procedentes de rescates submarinos.
Distinguimos tres etapas en la evolución de la escultura griega:
a. Escultura arcaica (siglos VII – VI a.C.)
b. Escultura clásica (siglos V y IV a.C.). En esta etapa diferenciamos entre:
b.1. Siglo V. Estilo sublime.
b.2. Siglo IV. Estilo bello.
ESCULTURA ARCAICA. EL KURÓS.
La escultura de los siglos VIII al V a.C., presenta una clara influencia oriental, en especial egipcia y mesopotámica. Las estatuas más antiguas se caracterizan por su rigidez y posición frontal de los cuerpos, modelado sencillo, y estatismo, ya que únicamente se desplaza un poco las pierna izquierda para sugerir movimiento al andar. Otros elementos son los grandes ojos almendrados, la sonrisa arcaica o eginética, expresión facial forzada y largas cabelleras, y la policromía. Las dos tipologías, en bulto redondo, que predominaron esta etapa son el kuró y la koré.
Kuros de Anavyssos. |
♠ Los kuroi (kurós en singular) son figuras de jóvenes atletas desnudos, ya que para el griego la perfección está en la desnudez. Imagen estática que aparece con un pie adelantado y los puños pegados al cuerpo, policromado, carente de expresión, y esculpido siguiendo la ley de la frontalidad como las estatuas egipcias. Sus largas cabelleras caen sobre la espalda y en un intenton de otorgarle expresión al kuros, arquean hacia arriba el labio superior, lo que origina la característica sonrisa arcaica. Destaca el Kourós de Anavyssos.
Koré del Peplo. |
Dama de Auxerre. |
♠ Las korai (koré en singular) doncellas vestidas con peplos o túnicas, portan ofrenda en la mano, rígidas, policromadas, con sonrisa arcaica, su pelo está trenzado y en zigzag. Estaban dedicadas a distintas divinidades y no eran retratos, sino estatuas votivas y conmemorativas. Destacan la Dama de Auxerre y la Koré del Peplo.
Además de estos tipos escultóricos también se realizan estelas funerarias decoradas con relieves. Los hombres aparecen andando, o en actitud pensativa, mientras que las mujeres se representan siempre sentadas, con una paloma u observando sus objetos personales.
ESCULTURA CLÁSICA
Durante los siglos V y IV a.C., la escultura griega alcanza su punto culminante, creando en esta época obras que han quedado como modelos de belleza y de perfección plástica.
El Hermes de Praxíteles tiene la pose tradicional del desnudo masculino de la fase clásica, con todo el peso descansando sobre una pierna, pero en esta nueva interpretación la actitud resulta más ociosa que relajada. La severa virilidad de los desnudos masculinos de épocas anteriores es reemplazada por una evidente sensualidad, aspecto que queda más de relieve con la creciente preferencia por un acabado pulido y brillante. La aparición como tema de Dionisios, dios del vino, demuestra cuánto ha cambiado el ideal masculino con respecto a la Atenas de la guerra. Esta tendencia a exaltar no tanto la fuerza como la belleza del cuerpo humano influye también en las estatuas femeninas. La Afrodita de Cnido de Praxíteles exhibe sin pudor las formas femeninas que los escultores de épocas anteriores habían intentado ocultar. Las proporciones del cuerpo humano se hacen más esbeltas. Policleto (c. 450 .a.C.) había afirmado que, para el hombre, la relación ideal entre cabeza y cuerpo era de uno a ocho. Para el Apoxiomeno – joven que se lava -, Lisipo prefirió una relación de uno a diez y alargó los brazos y las piernas, realizando una imagen que resulta sin duda mucho más agraciada y menos poderosa.
Mary Hollingsworth
Historia Universal del Arte.
LA TRANSICIÓN AL CLASICISMO.
El logro definitivo del escultor griego, conseguido ya en la última fase del período arcaico, fue la conquista del movimiento. Las esculturas abandonan la rigidez para plasma mayor realismo. Se abandona la sonrisa arcaica para esculpir ahora rostros serios y severos a pesar de estas realizando actividades de gran esfuerzo físico.
Auriga de Delfos. |
Dios del cabo Artemisio. (¿Zeus o Poseidón?). |
Destacan en este período (finales siglo VI a.C. - principios del siglo V a.C.) las esculturas de los templos de Egina y Olimpia, así como las obras en bronce del Auriga de Delfos y Poseidón.
EL SIGLO V a.C. ETAPA CLÁSICA. ESTILO SUBLIME. MIRÓN, POLÍCLETO Y FIDIAS.
Durante el siglo V se produce un proceso febril de realizaciones artísticas para conmemorar la victoria frente a los persas y reconstruir todo lo arrasado.
El objetivo estético es plasmar la belleza ideal, aunque se un arte naturalista se tiende a la idealización, de manera que partiendo de la realidad se van creando arquetipos. El auténtico protagonista es el cuerpo masculino desnudo, alcanzando en su realización un dominio total de la anatomía.
Se abandona definitivamente el hieratismo de influencia oriental de la época arcaica, lográndose la movilidad de las figuras, captando gestos y actitudes. También se supera la frontalidad, las esculturas se pueden apreciar desde diferentes puntos de vista.
El artista busca representar el movimiento, la acción y el sentimiento. La figura refleja emoción en el rostro, ya no presenta la típica sonrisa arcaica.
Los relieves reflejan un gran avance en el tratamiento de la perspectiva, se consigue reflejar la profundidad, lo que da lugar a la tridimensionalidad.
Temas: leyendas mitológicas de dioses y héroes, que son tratados con gran seriedad.
A mediados del siglo V a.C., se inicia la Etapa Clásica propiamente dicha o Estilo Sublime.
Mirón, Polícleto y Fidias son los grandes maestros de esta época.
Mirón.
Mirón trabaja el bronce, aunque las obras que se conservan son copias romanas realizadas en mármol. Su obra más conocida es el Discóbolo, en la que Mirón demuestra ser un maestro del movimiento, capta el instante, lo fugaz de la acción, el momento previo a lanzar del disco. Atrapa en un instante el momento de máximo esfuerzo del atleta.
El Discóbolo es una composición geométrica extraordinaria, de equilibrio inestable, donde el cuerpo del atleta describe un arco ideal. Muestra la admiración de la cultura griega por el ideal de un cuerpo atlético que alberga una inteligencia humana.
Otra conocida obra de Mirón es el grupo que representa a la diosa Atenea y el sátiro Marsias.
Polícleto.
Polícleto pensaba, como otros muchos artistas (y filósofos) griegos, que el arte debía estar regido por principios matemáticos.
Esta convicción y su afán didáctico le llevaron a escribir un tratado, el Kanon, en el que establecía las relaciones matemáticas entre las partes del cuerpo y sus proporciones ideales. Por ejemplo, la cabeza respecto al cuerpo debía tener una relación de 1:7.
Su mayor interés estuvo centrado en el cuerpo masculino desnudo, al que trató de representar en sus proporciones perfectas. Para ello partió del concepto de symetría, que era la relación armónica de las partes entre sí y con todo el conjunto, cada una de las partes del cuerpo debía tener unas dimensiones adecuadas para componer un todo armónico. Plasmó además la postura clásica o contraposto, en la que todo el peso del cuerpo recae sobre una pierna.
La obra clave de Polícleto es el Doríforo o el portador de lanza, un ejemplo en el que recoge todas sus teorías sobre el cuerpo humano. El Doríforo tiene una altura igual a siete veces u media la de la cabeza. Representa a un joven desnudo que porta en su mano izquierda una lanza. La pierna derecha recibe el peso (contraposto) mientras la izquierda se adelante y parece iniciar un movimiento. Esto hace que la figura, aunque se encuentre en reposo, presenta un notable dinamismo.
Otra conocida obra de Polícleto es el Diadúmeno, posible representación del dios Apolo ciñéndose la cinta de los campeones en la cabeza, posee una actitud más dinámica, reforzada por la curvatura del cuerpo.
Polícleto realizó otras obras de atletas en bronce, todas ellas perdidas.
Fidias.
Fidias es el artista que mejor representa el estilo idealista clásico, y unido a Pericles, participó en la reconstrucción de la Acrópolis de Atenas, convertido en el escultor de los dioses, el que mejor capta la esencia de la divinidad. La personalidad de Fidias representa la plenitud del clasicismo en una época en que Atenas vivía su momento de mayor esplendor de toda su historia.
Fidias mostrando los frisos del Partenón a sus amigos. Pintura de Sir Lawrence Alma Tadema (1868). |
Fidias idealizó los modelos que le ofrecía la naturaleza y creó figuras de expresiones serenas y actitudes pausadas. Fue el escultor de los dioses, aunque también haya representado figuras humanas de un cuidadoso estudio anatómico. Muestra una gran precisión en el labrado y en el modelado de los pliegues, pegados al cuerpo como paños mojados y mostrándonos su forma. Además se preocupó de expresar en su obra el sentimiento religioso y cívico que, a su juicio, iba ligado a la belleza.
La religión cristiana adoptó sus esquemas y copió sus actitudes para representar a Dios, a los ángeles, a Jesús, a la Virgen, a los santos, etc . . .
Fidias estuvo al frente de los trabajos del Partenón y se le atribuye toda su decoración escultórica:
En las 92 metopas del Partenón, se narran cuatro luchas mitológicas: Centauromaquia, Gigantomaquia, Amazonomaquia y la Guerra de Troya.
El friso del muro exterior de la cella sirvió para representar la Procesión de las Panateneas, un acontecimiento festivo y religioso que congregaba cada año a miles de personas para llevar a la diosa el peplo sagrado, tejidos por las doncellas de la ciudad.
El frontón oriental mostraba el Nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus, ante la mirada de los dioses.
El frontón occidental narraba la disputa entre Poseidón y Palas Atenea por el dominio del Ática y el patronazgo de Atenas.
Todas estas composiciones están perfectamente adaptadas a la arquitectura del edificio. Estos relieves muestran un gran volumen, llegan a ser figuras de bulto redondo, que rozan la pared.
Además del programa escultórico del Partenón Fidias realizó cuatro estatuas colosales, tres de Atenea y una de Zeus:
Réplica de Atenea Párthenos en Nashville (Estados Unidos). |
Atenea Párthenos, de 12 metros, criselefantina (oro y marfil), en la cella del Partenón. Luce coraza sobre el pecho, una túnica hasta los pies, el casco sorbe la cabeza y una victoria de tamaño natural en la mano. Su escudo mostraba la amazonomaquía en relieve en la parte delantera, y la gigantomaquia pintada por la parte de atrás. Aunque no se ha conservado, sabemos que causó gran sensación en su época.
Atenea Promakhos, 15 metros, erigida en medio de la Acrópolis para conmemorar la victoria sobre los persas.
Atenea Lemnia, encargada por los colones de Lemnos y que es representada con un casco en la mano.
El Zeus de Olimpia, un coloso de 15 metros que se erigía en la cella de su templo en Olimpia.
Lamentablemente ninguna de estas estatuas colosales se conserva.
EL SIGLO IV a.C. ETAPA CLÁSICA. ESTILO BELLO. PRAXÍTELES Y SCOPAS. LISIPO Y SU CANON.
Atenas, pesar de la crisis política que sufrió, continuó manteniendo la supremacía artística en Grecia, gracias a una sociedad elegante y refinada, aunque en este contexto el artista no trabaja para el estado, sino para particulares.
En el siglo IV a.C., se producen algunos cambios con respecto a la centuria anterior, nos referimos al Estilo Bello (también denominada época posclásica), iniciándose una búsqueda de la belleza y la perfección a través de lo diverso y lo expresivo. Dioses y atletas siguen siendo los principales protagonistas, pero ahora se representan los dioses más próximos al hombre, no los grandes del Olimpo, y los atletas aparecen en actitudes menos heroicas, más cotidiana.
Las principales características de las esculturas de esta época son:
las figuras se hacen más libres, menos majestuosas
el cano estético se estiliza
se acentúa el naturalismo en gestos y actitudes
la belleza serena fue sustituida por expresiones de sufrimiento psicológico (pathos), de los sentimientos y emociones.
inicia su aparición el desnudo femenino
Todo esto se materializa en un arte más humanizado, de gran delicadeza, de rostros con expresiones de suave melancolía, con rasgos emocionales.
Los grandes maestros del siglo IV a.C., fueron Praxíteles, Scopas y Lisipo.
Praxíteles.
Praxíteles es el escultor de la delicadeza, la elegancia y la belleza, de las superficies suaves o sfumatto praxitélico. Sensual y lánguido. Acentúa la tradicional postura clásica inclinando aún más la cadera, la curva praxiteliana. Destaca por su finura en el tratamiento del mármol.
De la notable producción de Praxíteles podemos enumerar:
Hermes y el niño Dionisios. Su obra maestra, hallada en unas excavaciones en Olimpia. El conjunto muestra el momento en que Hermes, camino de Nisa para dejar al pequeño Dionisios al cuidado de las ninfas, hace un alto en el camino y le ofrece un racimo de uvas. Es una escena llena de gracia, en la que los personajes divinos se muestran comunicativos y sonrientes.
Apolo Sauróctono
Afrodita de Cnido. Con la excusa del baño sagrado, muestra a la diosa en una espléndida desnudez, con la que se inicia el desnudo femenino. Y también el canon de belleza femenina. Afrodita, tímida, siente pudor y se cubre con las manos. Será muy copiada.
Afrodita de Arlés.
Scopas.
Scopas es el escultor del pathos, de la pasión, reflejándose en las figuras el estado del alma (angustia agitada). Atraído por temas trágicos o patéticos, busca la forma violenta mediante el fruncido de cejas, la distorsión del cuerpo y la curva dolorosa de los labios. Su obra se caracteriza por su fuerza expresiva y por la capacidad de transmitir estados de ánimos atormentados.
Ménade Herida o danzante, con el cuerpo agitado por movimientos convulsivos, con el torso retorcido, girando el cuello hacia atrás, la cabellera desordenada y revuelta. La ménade transmite el frenesí de los cultos dionisiacos y provoca un efecto emocional que se acerca al Helenismo (etapa siguiente).
Meleagro. Destaca la profundidad de sus ojos y el rictus amargo de la boca.
Lisipo.
Escultor arcaizante, admirador de Polícleto, aunque en su obra, el naturalismo está más acentuado. Lisipo introduce un nuevo canon de belleza, más esbelto. Ahora el cuerpo mide ocho cabezas, disminuyendo el tamaño de ésta, por lo que el cuerpo resulta más alto en proporción a la anchura.
Cultivará el retrato y representa atletas en actitudes cotidiana. Lisipo fue el escultor preferido de Alejandro Magno. Muy interesado en los rasgos individuales, su obra se acerca al retrato.
Se le atribuyen muchas obras, unas en bronce, otras en mármol.
Apoxiomeno. Figura de un atleta con el brazo extendido limpiándose el polvo de la palestra. Este adelantamiento del brazo supo ampliar el espacio escultórico e introducir el concepto de profundidad.
El Apoxiomeno es el ejemplo típico de las innovaciones estilísticas que señalaron el tránsito de la ciudad-estado al imperio, esta imagen no exalta la fuerza física como las estatuas del periodo anterior, enfatizando en cambio la belleza de la forma.
Ares Ludovisi.
Hércules Farnesio. Una robusta figura del semidios. Lleva una mano detrás, lo que obliga al espectador a girar para ver lo que porta. Se trata de una manzana de la inmortalidad que ha cogido del Jardín de las Hespérides.
Cabezas de Alejandro Magno.
Se puede considerar a Lisipo el último representante de la escultura griega clásica.
El Partenón es el templo más destacado de la Acrópolis de Atenas y uno de los más importantes de la arquitectura occidental. Construido entre los años 447 – 432 a.C., por Ictinos y Calícrates bajo la supervisión de Fidias.
Por el esfuerzo conjugado de un escultor y de un arquitecto, por la habilidad técnica de Ictino puesta al servicio de las exigencias de Fidias, se emprende el camino de esta conquista que fue el Partenón, el menos clásico de los templos griegos, el más cargado de anomalías y de extranjerísmos, que no fue nunca imitado, pero que está en el origen de múltiples innovaciones posteriores.
Jean Charnonneaux.
La Grecia Clásica.
Contexto histórico.
El Partenón fue edificado durante la etapa denominada “plena época clásica”, que se desarrolló después de la Segunda Guerra Médica contra los persas (480 – 479 a.C.). Durante el transcurso de este conflicto los atenienses se vieron obligados a evacuar la ciudad, la cual acabó siendo saqueada por las tropas de Jerjes, el rey persa. No obstante la victoria final correspondió a los griegos, Atenas aprovechó la situación para consolidar su hegemonía sobre toda Grecia. Liberada del peligro persa Atenas comenzó un proceso de reconstrucción de edificios que habían quedado arruinados por la guerra. Las actuaciones fueron especialmente intensas en la Acrópolis, destacando por encima del resto de edificios el Partenón, que vino a sustituir a otro edificio que se estaba levantando en el momento de la invasió persa. La construcción del Partenón coincidió con la época de Pericles (443 – 429), bajo cuyo gobierno se consolida el sistema democrático, y la ciudad vive unos años de esplendor, paz, prosperidad e influencia cultural y política.
La reconstrucción de la Acrópolis representa una celebración de la victoria sobre los persas, pero al mismo tiempo era una manera de reafirmar la supremacía de Atenas. Pericles, que dominó de hecho la vida política ateniense haciéndose elegir estratega durante treinta años seguidos, conocía perfectamente el valor propagandístico de la arquitectura monumental, tanto para afirmar la superioridad de los griegos sobre los persas como, más especificamente, para destacar la hegemonía de Atenas sobre los aliados de la liga que habían formado las ciudades-estado helénicas para defender la libertad de Grecia de la siempre presente amenaza persa. La Acrópolis, en efecto, fue reconstruida con los fondos de la liga, a los que habían contribuido los aliados. De todos los proyectos de Pericles, el primero en realizarse fue el templo más grande del conjunto, el Partenón, dedicado a Atenea, diosa protectora de la ciudad. En su interior se hallaba una gigantesca estatua de la diosa, obra de Fidias.
Mary Hollingsworth
Historia Universal del Arte.
Análisis formal.
El Partenón es uno de los ejemplos más significativos del orden dórico griego, una construcción realizada utilizando sillares de mármol.
Planta y alzado.
Presenta planta rectangular de 70x31 metros, con cubierta de madera a dos aguas, que ya no existe. Templo octósilo (ocho columnas en su frente) y peristilo de 17 columnas en cada uno de sus lados mayores. Edificio de proporciones armónicas, columnas dóricas y gran esmero en las correcciones ópticas.
La fachada octástila permite el paso a la pronaos, y desde aquí se accede a la cella o capilla, aislada del resto del edificio mediante un muro de sillares. En esta estancia se alojaba la estatua crisoelefantina (oro y marfil) de la diosa Atenea Parthenos, a quien estaba consagrado el templo. En la parte trasera se localiza el opistodomo, una sala aislada del resto del edificio en la que se custodiaba el tesoro del templo y los objetos de culto de la diosa.
Todo el conjunto se asienta sobra una plataforma, y siendo obra de estilo dórico, las columnas carecen de basa y arrancan directamente sobre el etilóbato. El fuste tiene estrías de arista viva y hacia el centro se produce un leve ensanchamiento o éntasis, que sirve al arquitecto para corregir los efectos de proporción que acusaría el ojo humano a la vista del edificio. Por el mismo motivo, las columnas aparecen levemente inclinadas hacia el interior. Los fustes rematan en una moldura cóncava, el collarino, sobre el cual se asienta el capitel, de apariencia geométrica y compuesto de dos elementos: el equino y el ábaco.
Por el carácter de Atenea, diosa combativa y belicista, se erigen los capiteles dóricos, simbolizando lo masculino. Por su carácter femenino, su delicadeza y su belleza, se colocan también capiteles jónicos.
Entablamento, cubierta y frontones.
El entablamento se concibe dividido en tres partes: la primera un arquitrabe liso, la segunda el friso, constituido por una sucesión alternante de triglifos y metopas, y la tercera es la cornisa que remata el conjunto, sobresaliendo respecto al resto de elementos.
El empleo de una cubierta a dos aguas genera en cada uno de los lados menores un amplio espacio triangular, el frontón, cuyo perímetro exterior aparece recorrido por una cornisa saliente, de modo que el espacio interior o tímpano fue decorado por Fidias con un programa escultórico.
Análisis simbólico.
Este templo, como lugar de culto de Atenea, viene a simbolizar a la propia diosa, sobre todo en su consideración de divinidad protectora de la polis ateniense. En ese sentido destaca especialmente la decoración escultórica que originariamente presentaba el edificio.
Los frontones.
El frontón oriental, situado en la fachada principal, representa el Nacimiento de Atenea, surgiendo ya madura y completamente armada de la cabeza de Zeus.
Niké está coronando a la diosa recién nacida, y Hermes y Hefaisto, que han actuado como parteros, huyen asustados ante tan extraordinario alumbramiento. Esta escena se ha perdido, pero se conservan los restos de otros dioses que acompañan al acontecimiento como Deméter, Dionisios, Hestia, Afrodita . . .
En la fachada trasera, en el frontón occidental aparece representado el combate (o certamen) entre Atenea y Poseidón para dilucidar quién sería patrón de Atenas y de toda Ática (la región a la que pertenece Atenas). Poseidón lanza su tridente y hace brotar un manantial. Atenea, la vencedora, arroja su jabalina haciendo germinar un olivo. Junto a ellos aparecen otro dioses, héroes, caballos...
Metopas.
Las metopas son losas cuadradas con relieves que cubren el friso exterior, que se alternan con los triglifos, otras losas, también cuadradas, con tres barras verticales.
Las metopas son 92, 14 en las fachadas frontales y 32 en las fachadas laterales. Sus relieves, son casi exentos, con personajes desnudos o ataviados con ropajes muy finos (casi transparentes), animales y seres mitológicos.
Las metopas de cada fachada pertenecen a un elaborado programa iconográfico, centradas en cuatro temas mitológicos.
Fachada oriental, y principal => gigantomaquia
Fachada occidental y trasera => amazonomaquia
Fachada norte => guerra de Troya
Fachada meridional => centauromaquia.
Todo el conjunto representado en las metopas simboliza la capacidad de la polis de Atenas para vencer a sus enemigos.
Friso de las Panateneas.
Finalmente a lo largo del muro de la cella corre un friso que representa una procesión que se celebraba en Atenas. Es de estilo jónico pues presenta friso corrido sin metopas ni triglifos. Estamos ante un relieve más plano que los de las metopas y frontones.
El friso representa una escena narrativa que recoge los detalles de la fiesta de las Panateneas, las celebraciones religiosas más antiguas e importantes de la ciudad de Atenas. Destaca la procesión de las doncellas con el peplo que han tejido para la diosa, el banquete, jinetes, carros, portadores de ofrendas . . . Todo ello es un reflejo de la propia polis ateniense y de sus valores cívicos, de su organización y de sus costumbres.
La decoración del Partenón, que debía traducir en imágenes la victoriosa conclusión de la guerra, fue confiada a Fidias, amigo de Pericles. Los dos frontales fueron decorados con escenas cuya protagonista era Atenea, a quien se atribuía el verdadero mérito de la victoria. Otras imágenes celebran en cambio la supremacía de los dioses sobre sus enemigos, simbolizando al mismo tiempo el prestigio de Grecia en general y de Atenas en particular. La Gigantomaquia, es decir, la mítica batalla entre dioses y gigantes, conmemora por alusión la estrepitosa victoria de los griegos sobre los persas; en efecto, estos últimos son más fuertes y numerosos, pero la inteligencia prevalece sobre la fuerza bruta. Imágenes como la de los Lapitas enfrentádose a los Centauros ponen de relieve, entre otras cosas, la superioridad fisica y cultural del griego sobre el bárbaro, que se compara con la del hombre sobre la bestia.
Mary Hollingsworth.
Historia Universal del Arte.
Fidias.
En todo este esmerado programa escultórico, así como en el diseño de las trazas generales del templo, se ha creído ver la mano de Fidias, el más destacado de los artistas atenienses del siglo V a.C. Sin embargo, las diferencias estilísticas dentro del conjunto son tan marcadas que puede darse por segura la participación de varios artistas para rematar tan amplia obra.
Mientras se construía el templo se empezaron a labrar las esculturas para decorar los frontones y, cuando al cabo de los años estuvieron acabados, se comprobó que habían quedado anticuados a causa de la rápida e intensa evolución estilística del momento. Para paliar la situación, se decidió renovar el frontón de la fachada oriental, que era la principal, renovación que consistió en esculpir el frontón de nuevo […].
De la Atenea del frontón oriental sólo se conserva la cabeza, pero basta ver la estructura y el óvalo del rostro para advertir la evolución. Idéntica conclusión se saca al observar la figura sensacional de Heracles, arquero arrodillado […]. Por su parte, el guerrero caído y moribundo es de un atrevimiento asombroso, pues apoyado en el borde del escudo gira sobre sí mismo a punto de derrumbarse. La impresión que se tiene de él es que de un momento a otro va a rodar del frontón, efecto que seguramente acrecentaba la altura.
Pilar Leon Alonso: El arte Griego II
Madrid, Historia 16, 1993.
Historia posterior.
La historia posterior del Partenón ha estado llena de acontecimientos variados. Durante los siglos posteriores a su construcción el edificio se conservó casi intacto, siendo primero iglesia bizantina y más tarde catedral cristiana, para lo que se añadió un campanario. Cuando los otomanos conquistaron la ciudad lo convirtieron en mezquita y su campanario en minarete. En el siglo XVII una bomba veneciana hizo estallar el polvorín que los turcos habían depositado en su interior, destruyéndose totalmente la cella y algunas de las columnas. En el siglo XIX, en la época del imperialismo, los ingleses despojaron al templo de buena parte de sus esculturas, expustas desde entonces en el Museo Británico. En el siglo XX se llevó a cabo su reconstrucción. Sin embargo, hoy el edificio se enfrenta a un nuevo enemigo: la contaminación atmosférica. A pesar de estos ataques, el Partenón sigue ahí, desafiando al tiempo, en una lección de supervivencia, sobriedad y belleza atemporal e insuperable.