La década de los sesenta del siglo XX fue la época de las utopías y la eclosión de los movimientos sociales. Anarquistas, hippies y librepensadores creían que un mundo mejor era, no solo posible, sino también necesario. El ingeniero nacido en Bolonia, Giorgio Rosa, fue uno de esos idealistas que intentó cambiar el mundo. Mayo del '68, celebérrimo por las protestas y los disturbios parisinos, vio nacer la República Esperantista de la Isla de Rosas.
A finales de los años 50 y harto de la pesada burocracia italiana Giorgio Rosa se embarcó en una apasionante aventura, fundar su propio estado, instalado en una isla artificial situada frente a las costas de Rímini. Giorgio construyó una estructura de tubos de acero, para luego trasladarla flotando hasta aguas internacionales, asentándola en el fondo marino, y a modo de plataforma petrolífera, crear una isla artificial. Una plataforma de 400 m2, elevada sobre las bellas aguas del mar Adriático, en la que fundar su personal Utopía. Las obras se prolongaron desde 1960 hasta 1968 y entre las sencillas infraestructuras con las que contaba, la más importante era una tubería que llegaba hasta un acuífero situado 200 metros por debajo del fondo del mar. Con el suministro de agua potable asegurado, rompía totalmente su dependencia con el continente.
En agosto de 1967 la isla comenzaba a recibir a turistas ávidos de nuevas experiencias que frecuentaban las playas de Rímini y rápidamente se puso de moda. Un bar, un restaurante, una pista de baile, una tienda de recuerdos e incluso una oficina de correos. Al año siguiente, el 1 de mayor de 1968, Giorgio Rosa, en una rueda de prensa, declaraba el nacimiento de la República Esperantista de la Isla de Rosa (Esperante Respubliko de la Insulo de la Rozoj). El propio Rosa era el presidente de la isla y contaba además con varios departamentos que le ayudarían en las funciones de gobierno. La oficina de correos emitió varas series de sellos y se eligió el Esperanto como lengua oficial. Curiosos, turistas, viajeros y buscadores de la auténtica libertad, se aceraron a la isla, situada de veinte minutos en barco de Rímini. Las continuas fiestas fueron otro de los reclamos de la nueva república.
Rosa y su isla levantaron ampollas por todos lados. El gobierno italiano estaba preocupado por los ingresos que la autoproclamada república obtenía de los turistas, por los que no tributaba, y en plena Guerra Fría pronto comenzaron a circular rumores que convertían la Isla de la Rosa en un centro de espías internacional e incluso una base secreta para los submarinos soviéticos. La maravillosa utopía libertaria de Rosa no podía prosperar en un occidente demasiado encorsetado, atrapado por las garras del vil metal y totalmente ajeno a los ideales de libertad y justicia.
El 25 de agosto de 1968, a las siete de la mañana, una pequeña flotilla compuesta por embarcaciones de los Carabinieri y la Guardia dí Finanza pusieron en marcha el bloqueo naval de la isla, para seguidamente invadirla y tomar el control. Las protestas de Rosa y los suyos fueron completamente ignorados. Seis meses más tarde los pilares de la isla fueron dinamitados y la efímera República de la Isla de Rosa se hundía para siempre bajo las aguas del mar Adriático.
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