sábado, 6 de febrero de 2021

PUENTE LA REINA, ALMA XACOBEA.


Puente la Reina es una población de origen medieval, que creció por y para el Camino Xacobeo. En pleno siglo XXI la ciudad sigue viviendo gracias a los centenares de peregrinos que pisan sus milenarias piedras cada día. Eso sí, en invierno está muerta. Puente la Reina es la capital del valle de Valdizarbe. Su nombre en euskera, Gare, es igual a la palabra que en francés significa puerta.


Quator vie sunt que ad Sanctum Jacobum tendentes, in unum ad Pontem Regine, in horis Yspanie, coadnunan tur. Codex Calixtinus, Cap. I. (Son cuatro los caminos a Santiago que en Puente la Reina, ya en tierras de España, se reúnen en uno solo). El lugar donde se unen el Camino Francés y el Camino Aragonés, un puente medieval que cruza el río Arga. Una localidad lineal cuyo trazado corresponde al de las villas camineras, que nació y se desarrolló gracias al Camino de Santiago. Un camino que ha resucitado en las últimos tiempos, volviendo a situarla en el mapa.


Doménico Laffi (siglo XVII) vivió en sus calles una de sus peculiares aventuras; quiso dormir en la hosteria y la encontró llena; fue acogido por un labriego quien le dio buen vino y lo acomodó en un camastro hecho con cuatro cepas clavadas en el suelo; quiso decir misa y no encontró a nadie; antes de partir compró queso y mollete; a pesar de los inconvenientes, califica “el lugar es bello, por hallarse al final de un río, cubierto por altísimas montañas”. El buen clérigo boloñés no se percató que el río seguía su pausado curso y que las montañas eran altozanos agradables.

Jesús Arraiza.

De Pamplona a Puente la Reina

Revista Peregrino Nº 46.






La pequeña iglesia del crucifijo, con la excepcional talla que preside el altar menor, es el primer templo que los peregrinos pueden visitar a su entrada en Puente la Reina. Emplazada a los pies del antiguo poblado de Murugarren o Murubarren, conocido tambié como Villa Vieja, el primito templo data de finales del siglo XII o principios del XIII. Fue erigido bajo la advocación de Santa María de las Huertas y legado a los templarios como encomienda, por el rey navarro García Ramírez el Restaurador. Desaparecida la Orden del Temple, desde el siglo XV pasó a depender de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén.




En el turbulento siglo XIX Puente la Reina, al igual que otras poblaciones navarras, especialmente las del valle de Valdizarbe, abrazó la causa del Carlismo. Estas aspilleras datan de aquellos tiempos de guerra. Situada en un cruce vial importante, y lugar de paso hacia Pamplona y Estella, Puente la Reina se convirtió en centro de operaciones al estallar la Primera Guerra Carlista (1833 – 1840) entre absolutistas y liberales. La plaza desempeñó un destacado papel en las dos guerras carlistas (al igual que Estella). Además, las casas de la villa, la tapia de la calle Crucifijo que da al Reducto (en el Fuerte de Córdova) y las tapias del monasterio del Sancti Spiritus se acondicionaron con aspilleras o troneras para la fusilería. Como resultado de la sucesión de guerras, el entorno puentesino mudó su faz tradicional arruinando al municipio y a su vecindario. Desaparecieron de los altos las ermitas y fueron sustituidas por fortines y reductos militares armados con cañones cuyas ruinas todavía circundan la localidad.



Puerta de Suso o Puerta del Reloj.

La Puerta de Suso era por la que entraban los peregrinos a la localidad y estaba situada bajo una torre que fue destruida en 1800 y que tenía un reloj. De ahí su nombre, la Puerta del Reloj. El reloj se trasladó desde la Iglesia de Santiago después de su restauración. Para alojarlo hubo que construir una nueva cubierta en la torre del portal y también se habilitó, en la antigua barbacana, la fragua del relojero encargado de su mantenimiento. Debido a la estrechez de su paso en 1800 fue necesario derruir la torre, construyendo en su lugar dos casas torre que en la actualidad flanquean el paso.





Calle Mayor o Kale Nagusia.

Acceso principal al núcleo del recién creado Puente de Arga o de la Reina, la también denominada Rua Mayor de los Romeros pronto se convirtió en un boyante eje comercial y de la vida de la nueva villa se fue desarrollando a ambos lados del Camino de Santiago. Todavía hoy mantiene su trama urbana, típica de una ciudad-camino, prácticamente sin alteraciones. Dos calles paralelas, más estrechas, flanquean la Calle Mayor y otras callejuelas transversales, llamadas belenas, completan la retícula urbana medieval. La arteria principal de la villa desemboca en el río Arga, atravesado por el puente románico que regala su nombre a la localidad.








Iglesia de Santiago.

El primitivo templo de Santiago, del siglo XIII, era románico. Presentaba tres naves separadas por columnas con una portada principal de comienzos del siglo XIII a los pies parcialmente cegada que da lugar a la construcción de la portada a la Rúa Mayor, que vemos en esa misma fecha. La recuperación demográfica y económica que disfrutó la villa en el siglo XVI empujó a su vecindario a renovar el viejo templo románico para lo que hubo que derribar la torre, las tres naves y sus cabeceras. La nueva iglesia aprovechó los muros occidental y meridional del templo medieval, así como sus portadas, ampliando su espacio con un gran crucero, capillas, sacristía y cabecera poligonal, cubiertos con bóveda estrellada. El resultado conseguido fue grandioso: una iglesia de dimensiones catedralicias acorde con lo que se merecía la localidad.




Al entrar en el templo por la puerta principal nos sorprenden dos magníficas esculturas góticas, una situada frente a la otra: Santiago peregrino, en madera, del siglo XIV, popularmente conocido por su pátina oscura como beltza (negro en euskera) y San Bartolomé, coetánea de la anterior.






La bellísima plaza Mayor porticada, es el Corazón de la vida social y económica de la Villa.





Casa del Vínculo. Vinculo Etxea.

Antes de abandonar Puente la Reina, a escasos metros del puente románico, se encuentra un edificio histórico, convertido actualmente en la oficina de Turismo. La Casa del Vínculo tiene su origen en el siglo XVII y su función original era la de depósito del trigo y de otros productos del campo. Entre finales del XVII y comienzos del XVIII, se elevó en altura y se amplio todo el conjunto para acoger una escuela de parvulario y varias dependencias municipales, funciones que conservó hasta mediados del siglo XX. En el mismo siglo XVIII el Ayuntamiento habilitó en la tercera planta como cárcel y en la planta baja se a condición una celda especial de aislamiento. Durante las reformas se realizó un cuidado programa decorativo en las ménsulas de madera del interior con esculturas de motivos vegetales y sugerentes imágenes de bestiario.





Puerta del Puente o de las Carnicerías.

La Puerta del Puente, por la que se encara el puente y se abandona la villa, ha visto durante siglos el trasiego de peregrinos, el paso de comitivas reales y ejércitos que partían para defender la frontera del Ebro con el Mariscal de Navarra al frente.


Doña Mayor, esposa de Sancho III de Navarra, es responsable de la construcción del Puente que da nombre a la localidad, para facilitar el paso a los peregrinos que llegaban de toda Europa. Acaso el más hermoso de toda la ruta xacobea. El puente estuvo defendidos por dos torreones levantados en sus extremos. Durante un tiempo el topónimo Pons Reginae convivió con el de Ponte de Arga. La construcción del puente podemos datarla a mediados del siglo XI, emplazado en este punto del Arga por decisión de la influyente esposa de Sancho III, doña Mayor. El poderoso monarca Sancho III había establecido su corte en Nájera, trasladando al sur la ruta Jacobea (estudios historiográficos más actuales ponen en duda esta hipótesis y sostienen que el desplazamiento hacia el sur del Camino de Santiago no fue obra de Sancho III, sino de su antepasado Sancho Garcés I, Alberto Cañada, el Camino de Santiago y Puente la Reina).

 Los territorios riojanos de Nájera, Viguera y Logroño fueron incorporados al reino de Pamplona gracias a las campañas del año 923 llevadas a cabo por Sancho Garcés I de Pamplona (905-926) y su pariente Ordoño II de León (914-924). Dicha incorporación fue efectiva, quedando los musulmanes alejados del territorio, pudiendo realizarse las peregrinaciones a Santiago de Compostela desde la primera mitad del siglo X sin temor a las incursiones musulmanas (hasta la época de Almanzor). No obstante la Historia Silense, escrita dos siglos más tarde (ca. 1118), atribuye a Sancho III el Mayor (1004-1035), la desviación del camino de los peregrinos que desde Pamplona iba por Álava, hasta el que actualmente lo hace por comarcas riojanas. Historiadores modernos han concretado que la desviación del camino tuvo lugar a partir del reinado de Sancho Garcés I. El autor, plenamente conforme con esta rectificación, añade que fue su viuda doña Toda Aznárez, regente y participante activa en el reinado de su hijo García Sánchez I, quien dio nombre al puente de la reina sobre el río Arga, que fue el origen de la villa de Puente la Reina, en el camino de Santiago.

Alberto Cañada

el Camino de Santiago y Puente la Reina.


En este contexto se sitúa el nacimiento de la villa. Alfonso I el Batallador, a su vez, proporcionó terrenos al otro lado del río a los francos para que se estableciesen allí e hiciesen una villa. También se constata la presencia de francos en Ponte de Arga o Puente la Reina, por lo menos desde 1090 (Miguel A. Ladero Quesada, La formación medieval de España).



La maravilla de Puente la Reina es el puente que le ha dado nombre, magnífica construcción del siglo XI, perfectamente conservada sin apenas arreglos. En su estilo, es la cumbre del arte románico. Es tan perfecto, tan ligero, con sus arcos a ras del pavimento, sus arcadas dentro de las pilas, su ligera elevación. Parece emerger del agua y flotar sobre la misma. Al escalarlo, algo nos tira de arriba, como si la fuerza ascensional de estos cuasi arbotantes se prolongara, dando ligereza a los pies. Hay algo mágico en este puente, una constante creación, una separación de las aguas, un tránsito privilegiado.

El pueblo era una calle que conducía al puente. Una calle constituida por hospitales y fondas, iniciada por la iglesia y el hospital templario, en la que vemos todavía los arcos antiguos de las puertas.

Juan Pedro Morin Bentejac y Jaime Cobreros Aguirre.

El Camino iniciatico de Santiago



La Virgen del Puy.

En el interior de la torre central del puente románico se abrió una capillita donde se custodiaba la imagen renacentista de la Virgen del Puy, labrada en piedra y muy venerada por los vecinos del lugar. Adquirió fama por la leyenda del Txori, pajarillo en euskera, que aparecía en el interior de la capillita y limpiaba la cara de la Virgen utilizando su pico y sus alas. En 1843, al intentar ensanchar el puente, la imagen se trasladó en procesión hasta la parroquia de San Pedro. Además de la capilla central, fue derribada la torre occidental, perdiendo el puente su aspecto original.


Los barrios y la organización del burgo.

Después de la fundación de la villa en 1122 por el rey Alfonso I el Batallador, la población de Puente la Reina se distribuyó por barrios; el llamado de Suso, situado al este y ocupando la entrada a la villa; el de los Cambios, el de Juslavenilla; el de San Pedro, con su puerta en la zona Suroeste; el de la Carnicería y el de la Población de la Navarrería, zona elegida para los oriundos del valle o navarros, de ahí su nombre.



Cada barrio tenía un representante o jurado, y entre ellos se elegía el alcalde. Una cuarta puerta se situaba en la zona llamada del Mercadil, paralela al río Arga en su zona Noroeste, que tuvo espacio para mercado. Estas entradas atravesaban torres defensivas que se cerraban en horas nocturnas o en situación de peligro permanente por guerra o por otros motivos, como la Peste Negra, que desde 1346 asoló Navarra siguiendo desde Francia el Camino de Santiago.



La defensa de la ciudad se organizaba por barrios y sus vecinos tenían la obligación de proteger su puerta y su porción de muralla. También existía una guarnición del rey a las órdenes de un tenente. Durante el reinado de Sancho VII el Fuerte, figuran como tal Almoravid en 1217 y Johan de Bidaurre en 1219. Este último tuvo la misión en 1199 de proteger la ciudad de San Sebastian, entonces parte de Navarra, y la defendió de los ataques del rey castellano Alfonso VIII hasta su pérdida definitiva en 1200.


Walter Starkie nos ha dejado una estampa que refleja ciertos aspectos de la vida de Puente la Reina: “Cuando me paseaba por las calles largas y estrechas, escribe, tenía la sensación de haber vuelto a la Edad Media, porque la calle Mayor es el antiguo y auténtico camino de Santiago, y las muchedumbres que camina por ella al anochecer en dirección al puente, hacen pensar en los antiguos peregrinos. Más tarde cuando a las nueve y a las diez de la noche, la campana de la iglesia toca las cuarenta campanada, la ilusión de vivir en los días de las grandes peregrinaciones se hace completa, porque las cuarenta campanadas servía en la Edad Media para advertir al peregrino que caminaba cansadamente en la noche que tenía a mano un puesto de descanso”.

Las cuarenta campanadas de las que habla el hispanista irlandés, y que según Alejandro Díez han venido tocándose hasta hace pocos años, eran el toque de queda para prevenir el cierre de las puertas de las murallas; entre uno y otro toque había que entrar en el recinto.

Jesús Arraiza.

De Pamplona a Puente la Reina

Revista Peregrino Nº 46.



Puente la Reina comenzó a poblarse a través de una fundación semejante al fuero de Estella. Es empezó a construir la muralla y a poblar con vecinos de la aldea de Murugarren y francos que buscaban el beneficio del Camino de Santiago. También existía una comunidad de judíos que levantaron una Sinagoga. La villa tuvo veintiuna torres y cuatro puertas, abiertas a los cuatro puntos cardinales, además de foso y barbacana. La población contaba con plaza del mercado, carnicerías, varios molinos harineros – uno de ellos se llamaba el del Vado – dos iglesias intramuros, Santiago y San Pedro, dos hospitales y varios hospedajes. Tenía planta rectangular y se organizaba a partir de la Rua Mayor que iba de puerta a puerta y vertebraba el entramado urbano en sentido este-oeste.


Sin embargo, rasgo propio, aunque no exclusivo, del urbanismo medieval puentesino es su estructuración en tres núcleos, netamente diferenciados pese a estar alineados en la ruta de Santiago, a escasa distancia unos de otros: la Villa Vieja de Murugarren que cambió de emplazamiento desde lo alto de una colina saltando el río Robo hasta la vera del Camino, la Villa Nueva denominada Puente de la Reina, creada ex novo, jerarquizadora del flujo económico y urbano sobras las demás y, por último, Zubiurrutia, tras al puente, en la salida hacia Estella. Tanto el primero como el tercero tuvieron un carácter netamente extramural con respecto a Puente la Reina y surgieron como consecuencias de la neuva población, desarrollándose en ellos espontáneamente unos arrabales de tipo lineal (el camino per se genera un proceso urbano abierto) poblados por las clases menos favorecidas en torno a sendos conventos y hospitales de peregrinos pero con parroquias propias. Ambas poblaciones se beneficiaron de la proximidad a la nueva villa y el paso ineludible de peregrinos por su calle.

Javier Armendáriz Martija y José María Jimeno Jurío

Puente la Reina/Gares: Estudio histórico-arquológico

de su urbanismo y sistema defensivo medeival.


Los reyes de Navarra escogieron Puente la Reina como lugar de residencia en sus idas y venidas a la Merindad de Estella, hospedándose en el palacio del rey. Varios documentos reales se firmaron desde las salas del palacio como el fuero de Inzura por el rey Sancho VII el Fuerte en 1201 o el tratado con Castilla por parte del Príncipe de Viana en 1451. Puente la Reina es además, la cuna del historiador, militar, hombre de estado y arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada.





La Cigüeña Blanca (Ciconia ciconia) es un ave que lleva muchos siglos conviviendo con nosotros en los pequeños pueblos que siguen manteniendo estrecho contacto con la naturaleza. La cigüeña se ha convertido en parte indisociable del paisaje rural.







Conchas, báculos y peregrinos que hablan distintas lenguas, forman parte activa, e imprescindible del paisaje de Puente la Reina. En sus bares y terrazas se mezclan con los vecinos de la villa y los visitantes de los alrededores.






Los pimientos de piquillo, las alubias rojas y el vino forman parte de la rica cultura gastronómica de Puente la Reina, y son muchos los restaurantes donde se puede dar buena cuenta de ellos. Uno de esos lugares es el Bar Aloa (donde almorzamos un sábado de verano).



Cena – merienda (y casi almuerzo) en La Torreta (Bar – Restaurante). Ensalada de langostino y salmón, cazuela de gulas, rabas fritas y patatas con queso y bacon, todo regado con un blanco del señorío de Irati. (Una tarde después de cubrir la etapa del Camino que une Pamplona con Puente la Reina).






Puente la Reina vive por y para el Camino de Santiago, trasiego de peregrinos, desde el inicio, la Ruta Xacobea es su razón de existir. La más genuina de todas las localidades del Camino Francés. Hemos llegado varias veces a Puente la Reina, unas veces conduciendo, otras caminando, una de mis villas imprescindible (junto a muchas otras) del Reino de Navarra. De la famosa y peculiar iglesia del Crucifijo hasta el célebre Puente de Piedra que da nombre al pueblo, el milenario Camino de Santiago se transforma en Calle Mayor. Esta calle da origen a la ciudad, lo más interesante de la ciudad se encuentra aquí, incluyendo algunos bares, taperías y restaurantes muy interesantes.






Tras pasar la noche en alguno de los alojamientos de la ciudad el peregrino se levanta antes del amanecer y abandona Puente la Reina cruzando el famoso puente.





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