Entre 1701 y 1721, mientras Borbones y Habsburgos pugnaban por el trono español, en el Norte de Europa se dilucidaba el dominio del mar Báltico. Ambas guerras podrían haberse convertido en un único conflicto a gran escala, si Suecia hubiese aceptado la alianza propuesta por Francia.
A principios del siglo XVIII Suecia era la potencia dominante a costa de Dinamarca y de Polonia, pero todo cambió a partir de 1709 cuando decidió invadir Rusia. La firma de la paz de Nystad marcó el final del conflicto y la derrota sin paliativos de Suecia, que perdía su imperio marítimo. El zar Pedro el Grande venció a los suecos, fundó la ciudad de San Petesburgo y convirtió a Rusia en la potencia hegemónica del Báltico.
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