Príapo
exhibe un falo descomunal, una verga que deja pequeño el pene de un
caballo, un miembro viril que causa envidia en los hombres, y
fascinación en las mujeres. La civilización judeocristiana intentó
eliminar los símbolos fálicos y aconsejó (malamente) a hombres y
mujeres la abstinencia sexual. Pero la vida siempre se abre camino y
todos sabemos los órganos que intervienen en la concepción de un
nuevo ser. Por eso no es extraño que griegos y romanos adorasen a
deidades (menores las llaman) como esta.
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