domingo, 5 de julio de 2020

VESELIN VUJOVIC, EL CAÑÓN YUGOSLAVO.




Nací a finales de los setenta, y sobrepasada la primera década de vida, pasaba horas enteras sentado en el suelo del salón de casa, delante de la televisión, tragándome todos los programas deportivos de la Segunda Cadena (para los más jóvenes me refiero a La 2). Un deporte que nunca practiqué, pero que siempre me ha parecido divertivo y emocionante, es el balonmano. De aquellos partidos recuerdo a un jugador yugoslavo de carácter, muy alto y que lucía una característica barba, llamado Vujovic, que además, marcaba goles como churros, gracias a su potencia de salto y al cañón que tenía en su brazo.



Vujovic nació en un pequeño pueblo de la actual Montenegro y en 1980 fichó por la Metaloplastika Sabac, el club que dominó el balonmano yugoslavo y continental (siete ligas y dos copas de Europa). En 1986 fue designado mejor deportista de Yugoslavia, sucediendo a otra leyenda del deporte mundial, al malograro Drazen Petrovic. Vujovic formó parte de una excelente generación de Yugoslavia, con la que disputó 199 partidos. Con la selección plavi Vujovic se colgó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos en Los Ángeles 1984 y en el mundial de 1986, el bronce olímpico en Seul y la plata en el mundial de 1982.


En 1988 los dos grandes equipos españoles del momento, el Atlético de Madrid y el Fútbol Club Barcelona, pugnaron por su fichaje. Valero Rivera consiguió llevárselo a la ciudad condal, un fichaje, que al igual que Johan Cruyyf en la sección de fútbol, cambió la mentalidad del equipo. Con él en el campo, en 1991 el Barça consiguió, por fin, levantar la tan ansiada la Copa de Europa.


Un tipo de gran personalidad, con gran visión de juego, decisivo y muy completo, sus palabras iban a misa, algunos compañeros de vestuario le tenían tanto miedo como respeto, capaz de fumarse un cigarrillo en el descanso y volver a la cancha para hincharse a meter goles y dar asistencias.

Dos días después de retirarse como jugador, Vujovic comenzaba su carrera de entrenador, precisamente en la Metaloplastika. Desde el banquillo sigue transmitiendo sus conocimientos, experiencia y filosofía de juego a sus aventajados alumnos.


En 1989 fue elegido mejor jugador del mundo por la IHF. Un jugador agresivo, un poco cabroncete en el campo, como él mismo ha confesado, con capacidad de liderazgo y mentalidad ganadora, determinante tanto en ataque como en defensa. Para él, lo importante no era (ni es) participar, la victoria siempre ha sido, es y será, su único objetivo. Algunos aficionados al balonmano lo consideran el mejor jugador de la historia, un deportista cambiar de ganar el sino blaugrana en Europa.


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