Entre 40 y 30 m.a.
En torno a los 40 m.a., la historia de los primates se complica; algunos primates primitivos continúan su camino como tales, llegando a especies como los Lorisiformes, Tarsiiformes y Lemuriformes. Sin embargo otros – sin saber todavía con certeze cuales – por el contrario, evolucionaron, se complicaron y se transformaron en primates evolucionados. De repente en el Eoceno y Oligoceno, aparecen en América los primeros simios evolucionados, es decir los Platirrinos y en Asia y África, los Catirrinos que constituyen los primeros simios evolucionados del Viejo Mundo. Entre éstos, desde hace unos 35 m.a., se han hallado formas acaparadoras de la atención de los investigadores que buscan el origen del Hombre; se trata del Parapithecus y el Oligopithecus poseedores de algunas características evolucionadas como puede ser la mandíbula con 32 piezas dentarias.
Pero actualmente estos
indicios se consideran poco fiables para poder afirmar taxativamente
que estos pequeños seres puedan estar en el origen de nuestro
linaje.
Entre 20 y 6 m.a.
Al incio del Mioceno (hace
unos 20 m.a.), y evolucionando a partir de los Catirrinos, nos
encontramos con tres grupos de prosimios: los Cercopitécidos,
Pliopitécidos y los Driopitécidos. Estos grupoos se desarrollaron
fundamentalmente en África hasta que a mediados del Mioceno (hace 17
– 15 m.a.), la placa africana (Gondwanaland) entró en contacto con
el continente euroasiático (Laurasia) produciéndose la expansión
de aquellos grupos al resto del mundo, salvo a América del Sur.
Dentro de la última especie
se incluye una gran diversidad de primates que han sido agrupados
bajo el nombre genérico de Driopitécidos. Entre ellos encontramos
el Dryopithecus, el Limnopithecus y el Hispanopithecus.
Hace unos 25 m.a., en el
Oligoceno Superior, aparecen otras dos especies que que se
consideraron en su momento como el eslabón perdido. Se trata del
Propliopithecus y el Aegyptopitheus. En la depresión del Fayum vivió
el segundo de ellos y es considerado uno de los primeros primates
superiores. En esa zona actualmente desértica y entonces cubierta
por una desan selta tropical, habitó el antepasado más directo que
posiblemente compartimos con los simios: el Aegyptopithecus zeuxi.
Los restos de esta especie fueron hallados por E. Simons en 1960 y
consistían en un cráneo casi completo y algunos huesos del
esqueleto postcraneal. Los datos de los que disponemos actualmente
son todavía bastante escasos, pero sugieren que este pequeño simio
se trasladaba a cuatro patas, utilizando probablemente los brazos a
modo de balancines. El hocico era parecido al de los lemuridos, pero
las cuencas oculares situadas en la parte frontal de la cara así
como la dentadura compuesta por 32 piezas – características de los
monos superiores y del Hombre – llevaron a relacionarlo con los
simios del Mioceno Superior, por ejemplo, con el Proconsul.
A medida que avanzamos en el
tortuoso camino de la evolución humana, la marcha se hace más
insegura, debido a la escasez de restos fósiles. Como ya hemos
mencionado antes, a mediados del Mioceno los driopitécidos se
extienden por Europa y Asia apareciendo bajo diversas formas. Así,
en el Mioceno Superior, en Asia, encotramos el Gigantopithecus, que
como su nombre indica adquirió unas enormes proporciones (su talla
ha sido estimada en 3.5 metros). Los restos de esta especie fueron
hallados por casualidad por Königswald, en una botica china, donde
eran vendidos como huesos de dragón, muy reputados por sus
propiedades afrodisiacas.
G.E.Lewis, descubrió en los
montes Sivaliks de la India, en 1934, algunos restos de mandíbulas
similares a los de los driopitecinos. El hallazgo, en los mismos
yacimientos y en estratatos datados en el Mioceno Superior, de
mandíbulas de tamaños diferentes llevó a los paleontólogos a
diferenciar dos especies, una de gran talla denominada Sivapithecus y
otra más pequeña, el Ramapithecus.
En 1948 Louis y Mary Leakey,
hallaron en los depósitos miocénicos de la Isla Rusinga (Lago
Victoria, Kenia), un cráneo casi completo y algunos fragmentos del
esqueleto de un nuevo espécimen. El estudio de estos restos
realizado por A. Hopwood le llevó a identificar una nueva especie
que bautizó con el nombre de Proconsul. En la actualidad se
diferencian tres especies que se incluyen en el grupo de los
driopitecinos, bajo los nombres de Proconsul major, Pronconsul
africanus y Proconsul nyanzae.
Parece ser que el choque de
las placas afrorabe y asiática que se produjo hace unos 17 m.a.,
provocó una desecación y enfriamiento del clima, que tuvo como
primera consecuencia la desecación y aclarado de la densa selva
tropical. Fue entonces cuando un determinado número de linajes de
primates se adaptaron a este nuevo medio, desplazándose y
alimentándose en el suelo en lugar de hacerlo como hasta ahora en
los árboles. Al ser la dieta alimenticia mucho más coriácea, hubo
también una adaptación morfológica que se tradujo en un
espesamiento del esmalte dental, una tendencia a desarrollar el
primer premolar inferior, un desarrollo general de las piezas
dentarias en la zona media o carrillo y una implantación vertical de
los dientes anteriores, entre otros, que explican la aparición de
diversos especímenes que evolucionaron hacia una morfología
homínida.
Prehistoria. Tomo I. UNED.
Ana María Muñoz Amilibia
(Coordinadora)
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