jueves, 19 de marzo de 2020

LA DAMNATIO MEMORIAE




Nombres malditos, proscritos de la historia, sepultados y olvidados bajo las arenas del tiempo. Los nombres y las titulaciones de algunos reyes de Egipto fueron eliminados de sus monumentos y estatuas, y en ocasiones incluso usurpados por soberanos anteriores. Eliminar el nombre del faraón tenía graves consecuencias para el individuo, puesto que suponía una negación de la memoria y de su propia existencia en el Más Allá.

Esta Damnatio Memoriae, o condena del recuerdo, contra algunos reyes estaba motivada por cuestiones religiosas o políticas, una práctica datada en los primeros tiempos de la historia de la monarquía egipcia (en el Período Tinita faraones como Sejemib-Peribsen o Jasejem-Jasejemuy fueron omitidos de las listas reales), en el caso, por ejemplo, de Amenemes II su nombre fue usurpado por faraones hicsos y posteriormente por Mineptha. Precisamente los hicsos, gobernante extranjeros, también sufrieron la damnatio memoriae: en el Cano Real de Turín, los nombres de los soberanos hicsos no llevan títulos reales egipcios, sino que se refiera a ellos como Príncipes de los países extranjeros. Algunos monarcas posteriores eliminaron de los monumentos los nombres de estos reyes hicsos.

La obsesiva damnatio memoriae que sufrió la reina Hatshepsut es una de las más conocidas de la historia, siendo sus autores Tutmosis III y Ramsés II, y el faraón Akhenatón la practicó y la sufrió. El faraón cismático llevó a cabo una rigurosa damnatio memoriae en contra de todos los dioses que no fuesen su adorado Atón y tras su muerte, el rey Horemheb se encargó de borrar cualquier mención o recuerdo relacionado con Akhenatón. Ramsés II fue un auténtico experto usurpador de monumentos, sustituyendo títulos y nombres de faraones por el suyo propio, su afán propagandístico carecía de límites. Aunque las más destructiva damnatio memoriae fue la que perpetraron los cristianos contra los grandes templos egipcios de época grecorromana, destruyendo estatuas y relieves de dioses, o picando las paredes para hacer desaparecer sus rostros.

Tutmés III, cuando ocupó el trono, hizo desaparecer algunos cartuchos de Hatshepsut sin llegar a emprender la destrucción del edificio que glorificaba su recuerdo. Ramsés II, como hizo en todo Egipto, marcó su presencia haciendo grabar su nombre y textos alabando sus hazañas.
Christian Jacq
El Egipto de los grandes faraones.


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