martes, 18 de febrero de 2020

CRONOLOGÍA EGIPCIA.




Para los egiptólogos del siglo XX establecer una cronología absoluta del Egipto Faraónico fue una tarea complicada. La diversidad de las fuentes y la falta de un documento con una cronoligía exacta dificultan el cometido. Los arqueólogos que han trabajado en este campo han utilizado métodos científicos, el radiocarbono, la termoluminiscencia o el uranio-torio para conocer (o acercarse) a una fecha absoluta.

Los egipcios se regían para el día a día por el reinado del faraón que gobernaba, al estilo de Día tres del segundo mes de peret (una estación del año) en el año tercero de Tutmosis III. El año comenzaba con la inundación del Nilo y con la salida de la estrella Sirio. Dividían el año en doce meses de 30 días, más cinco días que se añadían. No supieron corregir el desfase que se producía y que aumentaba poco a poco, lo que les creó confusión. Según la mitología, cada vez que un soberano subía al trono, el dios Tot anotaba su nombre y los años de su reinado en las hojas del árbol persea que crecía en el más allá.

Entre los documentos de los que disponemos para elaborar una cronología egipcia ocupa un lugar destacado Manetón, un sacerdote que vivió en tiempos de Ptolomeo II y que escribió una Historia de Egipto. Sin embargo esta obra no ha llegado entera y se conoce a través de citas de otros autores. La piedra de Palermo, la lista de Abido y el Canon Real de Turín son otros documentos interesantes.

No es este el único documento con un contenido tan valioso, existen otros dos además de las llamadas Listas de Manetón, que son el Papiro de Turín, de un autor desconocido en tiempos de Ramses II, y la Piedra de Palermo. Estas tres crónicas son toda la documentación objetiva de la que disponemos para resolver el enigma del origen de Egipto, y las tres arrojan una gran cantidad de dudas sobre lo que pudo acontecer en el país del Nilo, pues todas se remontan a un tiempo antiquísimo donde los dioses reinaban sobre la faz de la Tierra. Sea leyenda o una forma metafórica de explicar la realidad, en ellos se habla de los Semsu Hor, los hijos de Horus, el dios con cabeza de halcón, como los antiguos gobernantes de Egipto. Mucha es la polémica que hay sobre estos textos, ya que entre otros detalles remontan la historia de los faraones a un tiempo mucho más lejano del que acepta la egiptología oficial. Sin embargo, por encima de luchas científicas son, nos guste o no, los únicos documentos que tenemos para comprender un pasado oscuro.
Juan Jesús Vallejo.
Breve Historia del Antiguo Egipto.

La Piedra de Palermo ofrece datos del reinado de los farones tinitas y de los del Imperio Antiguo, desde Menes hasta Niuserre. La lista de Abido es una enumeración de faraones desde Menes hasta Seti I, que la mandó inscribir. No obstante, está incompleta. El más completo de esos documentos es el Canon Real de Turín, un papiro de la época de Ramsés II e incluye el nombre de los faraones con su año de reinado desde Menes. La combinación de los métodos científicos y de las listas ha permitido establecer una cronología fiable de la historia del Antiguo Egipto.

Tradicionalmente la historia del Egipto faraónico se ha divido en XXX dinastías organizadas en tres grandes etapas – Imperios Antiguo, Medio y Nuevo – en tres períodos intermedios (posteriores al Imperio Antiguo y Medio) y la Baja Época (que se corresponde con épocas de dominación extranjera).

La base de la historia de cualquier pueblo son los restos arqueológicos, los epigráficos (inscripciones en piedras duras) y las obras literarias que se conservan. Todos estos materiales aportan datos, a veces contradictorios, que los historiadores deben analizar y desentrañar pacientemente, en una labor que a veces dura generaciones enteras. Por lo que se refiere a Egipto, la dificultad es mayor debido a que la lengua de esta civilización se ha perdido y la lectura de las inscripciones jeroglíficas ha sido muy complicada. Lo que se ha podido leer hasta el momento es difícil de interpretar, está lleno de misterio – como suele suceder con las inscripciones religiosas – e, incluso, es terriblemente parcial cuando se trata de relatos autobiográficos o históricos. Por ello, hay que acercarse a todas estas informaciones con una extraordinaria prudencia, pudiendo darse la paradoja de considerar al egipcio como un pueblo sólo preocupado por la muerte, dirigido por soberanos siempre victoriosos y que vivía en un país en el que no existían problemas.
Según se incluya o no la época romana, la historia política de Egipto se divide en diez u onces etapas sobre las cuales se suele hacer su estudio; época protodinástica o anterior a las dinastías – denominada también Tinita, por el nombre de su capital, Tinis – ; Reino Antiguo: dinastías III, IV, V y VI; Primer Período Intermedio: dinastías VII, VIII, IX y X; Reino Medio: dinastías XI y XII; Segundo Período Intermedio: dinastías XIII, XIV, XV, XVI y XVII; Reino Nuevo: dinastías XVIII, XIX y XX; Tercer Período Intermedio: dinastías XXI, XXII y XXIII; Baja Época: dinastías XXIV a XXX; época helenística: dinastía lágida o ptolemaica; y por último, Egipto como provincia romana.
Ana María Vázquez
Antiguo Egipto.


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