En el arte del siglo XVIII
convivieron dos mundos que se enfrentaron en diferentes ámbitos a
lo largo de toda la centuria. Frente al Rococó, aristocrático,
estético y algo superficial, se terminó por imponer el
Neoclásicismo, un estilo más racional y equilibrado, que venía a
celebrar el triunfo de las revoluciones burguesas. El Barroco se
termina transformando en Rococó, que será sustituido por una nueva
vuelta al Clasicismo de la Antigüedad grecorromana.
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