Para describir el comercio durante el siglo XVIII debemos hacer una clara diferenciación entre comercio exterior y comercio interior.
Gracias al desarrollo de los intercambios entre América y Europa el comercio exterior había crecido mucho. Las monarquías concedían el monopolio de todo el comercio en una determinada región a una compañía comercial; así la Compañía de las Indias Orientales británica disfrutaba del derecho de explotación de la ruta entre Gran Bretaña y Asia. Este negocio aportaba grande beneficios tanto al propietario de la compañía como al propio monarca.
Por el contrario, el comercio interior tenía problemas que impedían su total desarrollo; el control de los gremios, la existencia de pesos y medidas diferentes en cada región y la pervivencia de aduanas interior. Todo esto complicaba mucho el intercambio de productos entre las regiones de un mismo país.
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