lunes, 12 de noviembre de 2018

CATEDRAL DE CHARTRES.



La magnificencia de la arquitectura, la quintasencia soñada del arte gótico, livianos muros que soportan una estructura etérea, infinitas torres que sustenan el paraíso, inmensas vidrieras que inundan de luz y color la oscuridad de la iglesia en la Edad Media, enormes rosetones convertidos en los inquisidores ojos de Dios mismo. 


La sublimación de la arquitectura gótica, una de las catedrales más bellas de la Vieja Europa. 


Vidrieras mágias que han traspasado siglos para llegar a nosotros y convertirse en documento imprescindible de una decisiva etapa de la historia. 




















Un variado programa escultórico enriquecen cada una de las fachadas del templo. 



Fulcanelli quiso ver aquí un templo de alquimistas, obra magna de los canteros masones, las luces y las sombras nos indican el camino que va desde el interior de la Catedral (simulando la propia Madre Tierra) hasta conseguir ascender a los cielos, de la misma manera que María la Virgen preside el altar. 


Una catedral de esta magnitud es una metáfora del camino, del esfuerzo que debemos realizar para alcanzar la morada celeste, una vez seamos capaces de romper las cadenas de nuestra existencia terrena . . . la música, el olor a incienso y los juegos de luz nos encaminan a ello.... 


La catedral se convierte en un auténtico laberinto hacia nuestro propio yo. 


Notre Dame de Chartres tiene como objetivo estremecer el alma humana, la del hombre sensible y la del hombre temeroso de Dios. 


Desde el corazón de Francia el gótico irradió su luz por todo el continente, León y Burgos son claros ejemplos. 


Ocho siglos después de su construcción aún emociona a quienes la visitan.


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