Desde los
tiempos de Pelayo y Alfonso I, Asturias no había tenido un rey tan
enérgico como este Alfonso II, hijo de Fruela, al que Bermudo el
Diácono convirtió en protegido y (posteriormente) en rey. Quedó
huérfano de padre muy pronto y pasó su juventud de un lado para
otro, educado en el monasterio gallego de Samos y refugiado en Álava
de su tío Mauregato, hasta que finalmente fue llamado a la corte por
Bermudo. Durante su reinado se consolidó el Reino de Asturias y se
situó en el mapa de la Cristiandad Occidental.
Ubicó su
capital en Oviedo y puso en marcha una política encaminada a
reproducir (o reinventar) toda la grandeza del desaparecido (y nunca
olvidado) Reino Visigodo; puesta en marcha de instituciones civiles y
culturales en su capital, con la idea de configurar por una réplica
de Toledo y creación de una memoria histórica de la monarquía al
construir un panteón regio. La posterioridad convirtió la figura de
Alfonso II en un modelo a imitar como ejemplo perfecto de “Príncipe
Cristiano”. Para Juan Ignacio Ruiz de la Peña: “representa un
hito fundamental en el proceso de institucionalización de la realeza
asturiana y en su definición como realeza católica”.
Alfonso II
veía en Al Andalus a un peligroso enemigo y como tal se relacionó
con él, bien en la guerra, bien en la paz, cosechando éxitos y
fracasos. Ensanchó las fronteras hacia el sur, aproximándose al río
Duero, pero por contra los musulmanes fueron capaces de saquear
Oviedo.
Vivió 82
años y reinó durante 51. Se le llamó el Casto por su reticencia a
yacer con dama alguna, incluida su esposa Berta, una dama franca.
Esta castidad ha sido objeto de mofa y origen de todo tipo de
comentarios. La crítica más mordaz lo ha tachado de homosexual
(como si fuese algo negativo), impotente, apático sexual e incluso
pichacorta.
Quería
usar a su hermana Ximena como instrumento político, pero la chica
encontró el amor en los cálidos brazos de un tal conde Nepociano.
Alfonso montó en cólera, encerró a su hermana en un lóbrego
convento y se enseñó violentamente con el desdichado cuñado; lo
encerró en una mazmorra después de arrancarle los ojos.
A pesar de
todo, el hecho más destacado del reinado de Alfonso II fue el
descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago acaecido en los años
iniciales del siglo IX. Alfonso II ordenó levantar una pequeña
basílica de piedra y arcilla dando partida de nacimiento a Santiago
de Compostela y un transitado camino de peregrinación cristiana.
Desde el
primer momento esta tumba se convirtió en un símbolo de la
resistencia cristiana frente a los vecinos musulmanes del sur. El
nuevo reino de Asturias que se configuró en época de Alfonso II era
una comunidad política organizada bajo el patronazgo del Apóstol
Santiago. Si Oviedo era una réplica de Toledo en lo político,
Compostela se reveló como una sede rival en lo religioso.
La Crónica
Sebastianense dice que Alfonso II murió en el 842 “tras hacer
gobernado casta, sobria, inmaculada, piadosa y gloriosamente por 52
años el reino”.
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