Donde existe riqueza el crimen, al amparo del comercio se desarrolla la piratería. De la misma manera que las naves fenicias eran asaltadas por los piratas ilirios en el mar Mediterráneo, y los galeones españoles por los corsarios ingleses en las cálidas aguas del Caribe, el mar Báltico y el mar del Norte, fueron el escenario donde Klaus Störtebeker escribió con sangre su propia historia.
Este alemán corpulento,
fornido y violento, bebedor, jugador y asiduo a los prostíbulos
portuarios, nacido en la encantadora ciudad de Wismar a mediados del
siglo XIV, fue (y en parte, sigue siendo) uno de los piratas más
célebres de su tiempo y uno de los destacados líderes de los
“Hermanos de las Vituallas”. Esta cofradía formada por
aventureros, corsarios y buscadores de fortuna se encargaba de
asaltar naves danesas y asegurar el abastecimiento de víveres y
provisiones para la ciudad de Estocolmo, durante la guerra que
enfrentó a ambos reinos.
Tras el cese de la guerra
escandinava, y lejos de buscarse un trabajo honrado, Störtebeker
continuó dedicando su vida a la piratería, ahora depredando las
ricas naves de la liga hanseática.
Los burgomaestres de Lübeck
intentaron en varias ocasiones dar caza al proscrito, pero sería un
buque de guerra con bandera de Hamburgo que comandaba una pequeña
flotilla, el que consiguió capturar al escurridizo pirata.
Trasladado y juzgado fue ejecutado en la plaza mayor de Hamburgo,
ante una turba enfervorecida que ya empezaba a aclamarle como un
héroe del pueblo.
Tras la ejecución del hombre
nacen las leyendas. La más repetida, y la más inverosímil, cuenta
que el muy bravucón le ofreció al alcalde un trato; que dejase en
libertad a tantos hombres como pasos pudiese dar después de ser
decapitado. Störtebeker fue ejecutado de pie y el cuerpo sin cabeza
fue capaz de dar once pasos, hasta que el alcalde, fuera de sí, optó
por poner una zancadilla y derribar al gigantón. A pesar de la
proeza post mortem, el alcalde (como todo político que se precie)
incumplió su promesa y ordenó la ejecución de todos los compañeros
del pirata.
Otra tradición cuenta que
Störtebeker era capaz de beber de un único trago hasta cuatro
litros de cerveza. En relación a esta divertida anécdota una
fábrica de cervezas alemanas decidió bautizarla con el nombre del
célebre pirata. A orillas del Báltico, en Wismar, la ciudad que vio
nacer a nuestro héroe, pude una tarde embriagarme con su cerveza.
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