En el siglo XI Europa era una
tierra violenta dividida en pequeños dominios que se extendían
desde el Mediterráneo hasta las orillas del mar del Norte. Nobles
poderosos, señores de la guerra, ejercían el derecho de vida y
muerte sobre sus vasallos. Uno de aquellos, el duque Guillermo de
Gante, dominaba una zona costera de Normandía y para proteger los
pantanos y marismas de aquel rincón revuelto y levantisco, el duque
envió una tropa de guerreros mandados por su más leal caballero, el
normando Chrisagón de la Cruz. No tenía en realidad otra misión
que la de imponer la voluntad del duque sobre sus vasallos y proteger
sus tierras contra los ataques de los invasores frisios que cruzaban
el mar para saquear y robar.
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