Ida la mirada, consumida por el
dolor, perdida la razón, la reina Juana protagonizó la más lúgubre
procesión de Burgos a Granada. Francisco Pradilla supo captar todo
el patetismo de la escena. Los páramos castellanos fueron más
tristes que nunca. En la muerte no consintió separarse de aquel que
la enloqueció en vida. Celos, inseguridades, amor mal entendido.
Negros nubarrones oscurecen el futuro de un mujer que quiso nunca ser
reina.
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