Imprescindible para acercarse a
comprender la mentalidad medieval cristiana, hacer, al menos, algunos
tramos del Camino de Santiago. Sentir en las piernas, y en el ánima,
hasta donde estaba dispuesto a llegar el hombre y la mujer, para
conseguir las indulgencias que se logran frente a la tumba del
Apóstol. Si hoy, con todas las comodidades resulta duro, ¿cómo no
sería hace ochocientos años? Es una modesta (y tal vez inútil, por
ineficaz) manera de acercarme al pasado histórico.
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