Boleslao III
“Bocatorcida” insufló nuevos aires a la maltrecha monarquía,
reanudó la política expansionista, anexionó Pomerania, devolvió
la unidad a su país, rechazó cualquier tutela exterior, cristianizó
sus conquistas y aliado a los húngaros rechazó una peligrosa
incursión imperial. Como un Diocleciano polaco, ideo una fórmula
para poner fin a la anarquía y a las crónicas luchas intestinas, si
el emperador ilirio impuso la Tetrarquía, Boleslao instauró el
Seniorato.
Boleslao planificó el
futuro del país, instaurando un sistema equilibrado y eficaz.
Dividió el reino en varias ducados (Silesia, Masovia, Cuyavia, Gran
Polonia, Pequeña Polonia y Pequeña Polonia Oriental) y la repartió
entre todos sus hijos. El primogénito recibe la Pequeña Polonia,
que incluía Cracovia (lugar de coronación) y además la capacidad
de actuar como señor supremo por encima del resto de hermanos. Cada
miembro de la familia (hermanos y/o primos) ejercía de señor en su
principado, pero jurando lealtad y obediencia al Gran Duque, asentado
en Cracovia, un auténtico Primus inter pares.
Estos ducados se gobiernan por medio de métodos centralistas por
medios de los castellanos (o comisionados).
Muy
lejos de las pretensiones de Boleslao, su proyecto fue el origen del
desmembramiento del estado polaco, pues en lugar de asegurar la
unidad, supuso la fragmentación. A principios del siglo XIII los
territorios se habían multiplicado y se podían contabilizar no
menos de veinte ducados. El reino quedó atomizado en varios ducados
y principados, las más de las veces, enfrentados entre sí. En este
orden de cosas, en este confuso periodo se establece la inmunidad del
clero y de la nobleza. Nobleza y clero, avezados carroñeros,
acostumbrados a vivir del sudor del de enfrente, se aprovechan de la
debilidad y torpeza de los monarcas sucesivos.
Esta
reforma (a grandes rasgos el mismo sistema que fracasó en el Imperio
Carolingio), conta toda la buena intención con que fue proyectada,
no consolida la pretendida y deseada unidad, sino todo lo contrario.
El seniorato es un fracaso absoluto, a las primeras de cambio
comienzan las luchas y los conflictos, y el estado polaco se ve
desintegrado (como azucarillo en una taza de café) en pequeños
principados que tienden a la insignificancia. Continuará...
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