Durante la Plena Edad
Media, una época de renacimiento y restructuración geopolítica, en
los territorios habitados por los polanos se forma una primera
entidad independiente que pronto va a entrar en contacto (y
conflicto) con la política expansiva de los germanos hacia el Este
(su zona natural de expansión).
El castro o “grozdy”
de Gniezno era el centro y ejercía como capital del incipiente
ducado de Polonia. Hacia el año 850 existía un embrión de forma
estatal, sus príncipes investidos con el oropel de lo legendario,
Lech, Lestko, Siemomysl, y finalmente Miezko I, fundador real de la
dinastía Piasta que transformó el estado polano en el estado
polaco.
La familia Piasta (cuyo
primer miembro histórico fue Siemomysl y el fundador mítico Piast)
fue poco a poco incrementando el poder y ampliando su influencia,
tejiendo complejas redes clientelares, hasta que a mediados del siglo
X uno de sus miembros más destacados, Miezko I, se bautizó y el
emperador Otón I le concedió el título de duque (todo en uno)
inagurando la historia del Ducado de Polonia.
Varias circunstancias
favorecieron el nacimiento de la unidad polaca en torno a la familia
Piasta, con Miezko a la cabeza: cierta cohesión étnica, prosperidad
económica y el establecimiento de otras entidades estatales en la
periferia (Sacro Imperio, Bohemia, Kiev...)
Tras sucesivos vaivenes,
idas y vueltas, encuentros y desencuentros, Miezko jura sincera
fidelidad al emperador, pero con la firme determinación de mantener
su frágil independencia política, puso a su país bajo la
protección de Roma. Este miembro del prestigioso linaje de los
Piasta abrazó el cristianismo cuando se casó con la princesa
bohemia Dobrawa, la hija del duque Boleslao I el Cruel, aquel que
asesinó a su hermano Svaty Vaclav (San Wenceslao). Aquí comienza la
fructífera relación de Polonia con la iglesia católica, que
alcanzó su punto culminante con la proclamación de Karol Wojtila
(Juan Pablo II) como Sumo Pontífice de Roma.
Con la conversión
Miezko consigue el apoyo papal, extendiendo además sus dominios, y
de paso acercó Polonia al resto de Europa. Con esta práctica
maniobra consigue salvaguardar la integridad de Polonia frente al
Sacro Imperio. Su hijo Boleslao I fue un paso más allá y consiguió
ser coronado rey. Esta voluntariosa dinastía Piast o Piasta, a pesar
de los intentos no fue capaz nunca de estabecer una monarquía fuerte
y creible.
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