Ningún reino dura
eternamente. Todos de una manera u otra terminan feneciendo. A
Desiderio – también conocido como Didier de Istria – rey de los
lombardos que Alboino había instalado en Italia, le tocó llorar
amargamente la conquista y sumisión de su pueblo bajo el rodillo
implacable de Carlomagno, Señor de Europa.
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