miércoles, 22 de junio de 2016

SILÚRICO, UNA CÁLIDA ECLOSIÓN DE LA VIDA.



Hace unos 444 millones de años ocurrió una gran catástrofe biológica a escala planetaria que provocó la extinción del (aproximadamente) 60% de las especies que habitaban las aguas marinas de la Tierra. Este punto de inflexión marca el final del periodo ordovícico y el comienzo de un nuevo tiempo geológico; el silúrico, inscrito en la Era Paleozoica. A esa gran extinción del ordovícico, siguió una no menos espectacular recuperación biótica.

A lo largo del Silúrico (nombre que procede de los bravos silures, una belicosa tribu prerromana asentada en País de Gales), Gondwana continuó su grácil y paulatino desplazamiento hacia el sur. Otros fragmentos continentales a la deriva se acercan a la línea imaginaria del ecuador y se produce la Orogénesis Caledoniana por la unión de las placas que dieron lugar a otro supercontinente, Euramérica (origen de Europa y Norteamérica respectivamente).


Al contrario de un Cámbrico y Ordovícico fríos y azotados constantemente por las glaciaciones, durante el Silúrico la Tierra disfrutó de una larga fase de clima templado. Este sugerente cambio climático propició una gran proliferación y diversificación de las especies vivas.

La temperatura global del planeta fue aumentando, los casquetes polares disminuyendo su volumen y el nivel del mar subiendo. Los profundos océanos y las templadas aguas continentales suponían un hospitalario y agradable ambiente para la eclosión y el desarrollo de toda clase de formas de vida acuáticas.

Gracias al alto nivel que alcanzaron los océanos existe un amplio registro de sedimentos marinos, en los que han aparecido numerosos fósiles. La fauna marina era bastante similar a la que pululaban en las aguas del Ordovícico. Entre los invertebrados podríamos encontrar braquiópodos, trilobites, que habían ganado complejidad y seguían siendo el grupo dominante bajo las aguas, briozoos, escorpiones marinos que podía alcanzar varios metros de longitud (debían ser criaturas terroríficas) y los característocos graptolites.


Los graptolites poseían concha externa recta y vivían cerca del fondo acechando a sus presas. Son moluscos emparentados con las sepias, los pulpos y los calamares actuales. Me pregunto si serían igual de sabrosos.

Los osteichthyos, primeros peces óseos, cubiertos de escamas, irrumpen, cual estrella de la alfombra roja, en los nutritivos mares silúricos. En general advertimos que los peces alcanzan una gran diversidad.

La vida, el gran milagro de la existencia misma de la materia, pudo establecerse en tierra firme. Los fósiles hallados, hongos, helechos y artrópodos, ofrecen un valioso testimonio de ello. En el registro fósil de esta época aparecen las primeras plantas vasculares, aquellas que desarrollan tejidos adaptados al transporte de sustancias acuáticas.

Las plantas llegan primero y luego le siguen los animales, especialmente artrópodos, antepasados lejanos de arácnidos y miriápodos. El avance evolutivo más destacado fue la aparición de un animal con respiración aérea, en este caso un escorpión. La irrupción de estos organismos nos hace suponer que la composición de la atmósfera comenzaba a parecerse a la actual.


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