jueves, 16 de junio de 2016

JEAN DE BRIENNE, REY SIN TRONO DE JERUSALÉN.



Jean de Brienne, hijo menor de un acaudalado señor feudal de la Champaña, fue regente del Reino de Jerusalén y coemperador del Imperio Latino de Constantinopla. Aunque parecía destinado a la carrera eclesiástica acabó convertido en caballero, sin mucha fortuna eso sí, hasta que trabó cierta amistad con el rey Felipe II Augusto. Juglares y escritores de la época incluyen a Jean de Brienne entre los cruzados que tomaron Constantinopla en la Cuarta Cruzada y entre los caballeros que asaltaron la ciudad cátara de Beziers en el transcurso de la más vergonzosa de las cruzadas habidas en suelo europeo. Ambas posibilidades son bastante remotas.

Con el apoyo de Felipe II y del papa Inocencia III, y el consentimiento (imprescindible) de los barones, Jean contrajo matrimonio con María de Montferrato, hija del difunto Conrado Montferrato, y por consiguiente reina legítima del estado cruzado de Jerusalén. Poco después María murió y Jean se convirtió en regente en nombre de su hija Yolanda.

Como el hombre no puede vivir solo, Jean contrajo matrimonio con una princesa armenia y casó a su hija (con la mediación del maestre de la Orden de los Caballeros Teutónicos Herman Von Salza) con Federico II Hohenstaufen. En cuanto tuvo ocasión el ambicioso emperador sacro relegó a Jean del poder.

Otra vez viudo Jean inició un periplo por tierras de Occidente, intentando recabar acá y allá, apoyos para organizar un nueva cruzada (la quinta sería) recorriendo Francia, Italia, León y Castilla. De paso aprovechó la ocasión para peregrinar a Santiago de Compostela y postrarse ante la tumba del apostol. Entre la peregrinación y la cruzada Jean intentaba labrarse un futuro junto al Altísimo. Durante su presencia en la Península Ibérica contajo matrimonio (en maravillosa ciudad de Toledo) con la infanta Berenguela, hija de Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla. Precisamente la reina consorte de León, descendiente de Leonor de Aquitania, puso todo su interés en que se celebrase este enlace.

Durante la quinta cruzada eclipsó al ferviente rey católico Andrés II de Hungría, llamdo a brillar con luz propia en la expedición, y dirigió con acierto el asalto (y conquista) del estratégico puerto de Damieta situado en una de las bocas del río Nilo. Sin embargo, los ejércitos cruzados acabaron estrellándose contra El Cairo.

Arrastrado por los follones políticos-diplomáticos del momento, Jean fue invitado a Constantinopla para ser mentor, protector y regente del joven Balduino II en al frente del Imperio Latino. Un veterano Jean de Brienne defendió, como hubiese hecho cualquier monarca legítimo, el estado latino, repeliendo los feroces ataques de los búlgaros de Ivan Asen II y de los vecinos griegos de Nicea.


Según algunas fuentes, anciano y con la salud mermada, se convirtió en fraile franciscano, no mucho antes de morir. En cuanto al lugar donde se encuentra su tumba, tampoco existe consenso.  

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