De entre los bosques
carpáticos surge la imponente figura de Burebista, henchido de
firmeza, determinación, carisma y capacidad de mando. Junto a
Decébalo, el más grande rey de los dacios.
A mediados del siglo I
a.C. estableció el primer gran estado dacio, unificó a los
geto-dacios y a los tracios, reorganizó el ejército y se lanzó a
guerrear contra los pueblos vecinos (y algunos de más allá). Venció
a los boios, tauriscos y escordiscos (todos ellos profundamente
celtizados), subyugó a los correosos bastarnos e incluso consiguió
el control de las dinámicas colonias griegas del mar Negro.
Burebista construyó un imperio al norte de los Balcanes, que se
extendía a ambas orillas del Danubio y que por oriente alcanzó la
región de Odessa.
Este monarca levantó
una red de fortalezas en los Cárpatos (Patrimonio de la Humanidad de
la UNESCO) y situó su capital muy cerca de Costesti. Reinó durante
cuatro décadas sobre un mosaico de pueblos, dispares entre sí y
poco cohesionados. Las tierra sobre las que gobernó eran fértiles
para la agricultura, aptas para la ganadería, ricas en minas y
prósperas para el comercio. Burebista siempre contó con la
colaboración de Decenus, un hombre religioso similar a los druidas,
un sabio consejero al estilo de Merlín, Gandalf o Panoramix.
“Burebistas, tras
haberse hecho cargo de la dirección del pueblo, levantó la moral de
la gente, que estaba decaída por las numerosas guerras, y logró
alcanzar tal grado de prosperidad a base de entrenamiento, disciplina
y obediencia a sus órdenes, que en pocos años se había hecho con
un gran imperio, sometiendo al yugo geta a la mayoría de sus
vecinos. Ahora comenzaba a ser digno de temer para los romanos, dado
que cruzaba sin reparo el Istro y saqueaba Tracia hasta Macedonia e
Iliria; devastando no sólo a los celtas que estaban mezclados con
tracios e ilirios, sino también causando la completa desaparición
de los boyos, gobernados por Critasiro y de los tauriscos. Para
lograr la docilidad del pueblo contaba con la ayuda de Deceneo, el
adivino, el cual había viajado por Egipto y había aprendido a
interpretar ciertos signos, por medio de los cuales descifraba la
voluntad divina”
Estrabón VII, 3, 11.
En su avance hacia
Occidente Burebista chocó contra Roma y en el año 60 a.C. fulminó
a un ejército comandado por Antonio Hybrida. Esta victoria le otorgó
fama e hizo aumentar su prestigió, hasta el punto que Pompeyo Magno
buscó su alianza para sumar fuerzas en la tortuosa Guerra Civil.
Julio César, animado
por deseos de venganza y preocupado por un potencial enemigo en el
Corazón de Europa, preparaba una campaña contra los dacios, cuando
sobrevinieron los trágicos Idus de Marzo. A Burebista no le fue
mucho mejor, pues también fue víctima de un oscuro complot nunca
aclarado. Los hados del destino no quisieron que estos dos titanes
cruzaran armas.
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