sábado, 16 de enero de 2016

MARÍA LA HEBREA, PRECURSORA DE LA ALQUIMIA.



María la Hebrea, conocida en algunas fuentes como Mírian la Profetisa, vivió en la ciudad egipcia de Alejandría entre los siglos I y II, y está considerada la primera alquimista de la historia. Se le atribuyen varias obras escritas, la mayoría perdidas, muchas de ellas calcinadas en el segundo incendio de la biblioteca de Alejandría, una de las cuales llevaba por título “Diálogo de María y Aros”.

En los albores de la sistematización del conocimiento humano, que aún no podría recibir el calificativo de ciencia, María la Hebrea, una incansable trabajadora, dotada de gran creatividad inventó diversos aparatos para destilar y sublimar sustancias químicas. Entre ellos el tribikos, una especie de alambique de tres brazos y el kerotakis, utilizado para calentar sustancias y recoger sus vapores. Más empirista que teórica, María fue pionera de la ciencia práctica y entre sus aportaciones (al laboratorio y al hogar) se encuentra el famoso “Baño María”. Originalmente un baño de arena y cenizas, que calentaba un recipiente con agua, que finalmente calienta un tercer recipiente.

Como persona dedicada a la alquimia, María creía que los metales eran seres vivos, femeninos y masculinos, y los productos del laboratorio eran el resultado de su unión sexual. Sostenía afirmaciones categóricas del estilo “Unid lo masculino con lo femenino, y encontrarás lo que buscáis” y aforismos enigmáticos, típicos de la disciplina alquímica como “Uno es Todo y Todo es Uno”.


Aunque la historia tenga pocos datos fidedignos que ofrecernos sobre María la Hebrea, queremos imaginarla en un modesto laboratorio entre pergaminos y recipientes, mezclando líquidos, diseñando aparatos, observando reacciones, garabateando fórmulas, tomando notas y escudriñando la esencia misma de la materia. En definitiva, una mujer que puso las bases teóricas y prácticas de la alquimia occidental, y auténtica precursora de la ciencia química.  

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