Mitos y leyendas en
tierras regadas con la sangre de moros y cristianos. Tras vencer en
feroz batalla a las huestes castellanas, el alcaide de Baños de la
Encina tomó prisionero a Don Martín, noble burgalés, diestro con
la espada y diestro con la palabra.
Esperando a que llegase
el rescate, los días fueron pasando y don Martín, gracias a su
gallardía, a la destreza con que tañía el laud y el arte con que
recitaba poesía, se ganó las simpatías del alcaide y de toda la
corte que vivía en el castillo de Burgalimar. De entre todos los
habitantes de la ciudad mora, fueron las dos hijas del gobernador,
las que con más fervor admiraban a Don Martín, y fervor que mutó
en enamoramiento. Tanto tiempo pasó don Martín con las hermosas
doncellas, y tanto habló el trovador, que al cabo, ambas chicas
decidieron abandonar el Corán y abrazar la fe Cristiana.
Y pasó lo que tuvo que
pasar, enterado el padre de las criaturas de la traición cometida,
montó en cólera, ni ruegos, ni lágrimas lograron ablandar su
corazón y las dos hermanas fueron condenadas a muerte. Comienzan a
caminar las desdichadas, escoltadas por la guardia, abandon el
pueblo, y ya en la orilla del río, vuelven a tener la oportunidad de
volver a la comunidad musulmana. Ellas se negaron una vez más. Se
les ató una piedra al cuello y fueron arrojadas al río. Poco
después de desaparecer bajo las aguas, emergieron dos enormes rocas
que siguen siendo visibles hoy día y el camino que
recorrieron se conoce, desde entonces, como la Senda de las dos
Hermanas. .
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