Viajeros, geógrafos,
cronistas, escribanos, exploradores e historiadores, que dejaron
sobre papel constancia de su paso por el mundo, de las maravillas que
vieron o las atrocidades que oyeron. Objetivos o subjetivos,
imparciales o partidistas, sus palabras se nos antojan
imprescindibles para, desde nuestro presente, conocer un poco del
pasado. Laónico Calcocondilas fue uno de ellos. Miembro de una
poderosa familia ateniense del siglo XV, tomando como insignes
modelos a Heródoto y Tucídides, redactó una obra en diez volúmenes
centrada particularmente en un incipiente Imperio Turco, que
comenzaba a dar muestras de su futura grandeza. Primeramente hace un
breve recorrido por la historia universal desde los asirios, para
describir con más detalle el reinado de Mehmet II, sus batallas y
relaciones con los vecinos (como la familia Draculesti), y por
supuesto, la conquista de Constantinopla. Calcocondilas murió antes
de poder terminar su obra. Pero su obra no se limitó a describir la
decadencia de Bizancio y la fulgurante aparición del poder otomano,
sino que recoge datos acerca de la Península Ibérica y sus
querellas intestinas, Francia i Inglaterra, la historia de Occidente
desde Carlomagno y Roncesvalles hasta la Guerra de los Cien Años,
Alemania, Rusia, los rumanos y los pueblos ribereños del mar Negro.
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