sábado, 11 de abril de 2015

TORRE DE BELEM.



En el lugar donde el Tajo fenece nace Lisboa, y para proteger ciudad y río se eleva la famosa Torre de Belem, una auténtica obra de arte de la fortificación.


La Torre de Belem o de Sao Vicente fue construida en tiempos del rey Manuel I, entre 1514 y 1519 en homenaje a San Vicente, para proteger el Tajo y defender la ciudad de Lisboa. El proyecto original para esas defensas fue obra de Joao II. El diseño de la torre está inspirado en la moda italiana de la época, y las tradicionales fortificaciones marítimas de la Edad Media. 


Francisco de Arruda, (+ 1547) arquitecto que diseñó la torre pertenecía a un ilustre linaje de arquitectos asentados en Évora. Las obras quedaron en manos del maestro de obras del reino, Diogo de Boitaca, que también dirigía las obras del cercano Monasterio de los Jerónimos. 


Las fortificaciones pueden ser extremadamente hermosas y proporcionadas. La belleza y delicadeza no está reñida con la fortaleza, la efectividad y la funcionalidad. La Torre de Belem combina dos modelos de arquitectura militar: la torre medieval y el baluarte moderno con dos niveles para los disparos de artillería. 


Desde esta torre se oteaban nuevos horizontes, vientos lejanos que habían dejado en Europa tiempos de cambios, el Renacimiento corría como la pólvora,la Humanidad se había hecho más grande y el mundo más pequeño. 


El cargo de gobernador de la torre era un prestigio y una distinción real. Para la residencia se construyó un palacio en sus inmediaciones. En 1517 Gaspar de Paiva, miembro destacado de la corte y familiar de Magallanes, fue designado primer gobernador,


En 1513 desembarcó en Lisboa un rinoceronte llegado de la India, que el rey Manuel I ofreció al papa León X en la embajada de Tristao. La embarcación que lo trasladaba naufragó, pero sorprendentemente el rinoceronte sobrevivió y pudo ser rescatado. Su efigie está labrada en una de las aristas de la torre. Hay quien piensa que este rinoceronte pudo servir a Durero como modelo para su grabado. 


Miríadas de turistas, cámara en mano, la toman cada día al asalto. Cuando se cierran sus puertas, los muros silentes archivan en su memoria las vivencias de cada visitante, y le hacen un huequecillo en el libro de su dilatada historia. 


Enhiesta asiste al funeral del Tajo, en el lugar y momento de su muerte en el Océano.

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