Aguerridos, fuertes, de
robustos miembros, magníficos jinetes de miradas encallecidas. Así
debían ser los magiares que recorriendo centenares de kilómetros
antes de conquistar la llanura Panónica, su tierra prometida. Uno de
los jefes fue Huba, cuya montura tiene un aspecto terrorífico, con
una cornamente de ciervo (animal totémico para los pueblos de las
estepas) alrededor de la cabeza.
Arpad, el caudillo
supremo de estos magiares, encargó a Huba la conquista de las
tierras septentrionales de Hungría. Huba acompañado de otros jefes,
Szoard y Kadocsa, tomaron las poblaciones cercanas a Nitra (hoy
Eslovaquia). Los arqueros a caballo húngaros fueron una desagradable
sorpresa para los eslavos, que poco pudieron hacer para evitar la
derrota.
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