viernes, 9 de enero de 2015

ONECCA FORTÚNEZ, ABUELA DEL CALIFA Y DEL REY DE NAVARRA.



Los frutos del vientre de esta infanta de Navarra conectaron genéticamente los linajes cristianos y musulmanes reinantes en Córdoba y en Pamplona. 

Hija de Fortún Garcés un príncipe navarro (y futuro rey) que fue capturado y pasó gran parte de su vida como rehén en Córdoba. Onecca siguió a su padre, de forma voluntaria u obligada a hacerlo, y terminó desposándose con el emir Abdullah. Durante su estancia en tierras andaluzas recibió el apelativo de Durr, "perla", y entre su descendencia cordobesa sobresale un nombre por encima de todos, un nieto, llamado a proclamar el Califato Independiente de Córdoba, nos referimos, como no, a Abderramán III. 

En el año 870, tras más de veinte años de residencia en el cálido valle del Guadalquivir, su padre Fortún regresa a Navarra para convertirse en su rey. Nuevamente, una abnegada Onecca une su destino al de su progenitor, y le acompaña en esta nueva etapa vital. 

Una vez establecida en la corte de Navarra contrae matrimonio con el conde Aznar Sánchez de Larraún. De este enlace nace, entre otros hijos, Toda, que casó con Sancho Garcés I , sucesor de Fortún Garcés y termina convirtiéndose en auténtica Reina Madre de Navarra. Este matrimonio propicia además la unión de las dos dinastías reinantes en Pamplona, la Íñiga y la Jimena.  El hijo de Toda, García Sánchez I también ciñó la corona de Navarra. 

Durante un tiempo dos nietos de Onecca, Abderramán III y García Sánchez I rigieron los destinos de los más poderosos estados de la Península Ibérica.

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