jueves, 4 de diciembre de 2014

CATEDRAL DE TRÉVERIS




La catedral, el claustro y la adyacente iglesia de Nuestra Señora, conforman un maravilloso entramado arquitectónico que hunde sus cimientos en los últimos siglos de la Antigüedad, una época en que Tréveris prácticamente se había convertido en una segunda Roma para el Occidente Europeo. Un compendio de 1700 años de arte, historia y fe.




La más antigua catedral de Alemania fue la sede del arzobispo de Tréveris, uno de los príncipes eclesiásticos electores del Sacro Imperio Romano Germánico (junto a los arzobispos de Colonia y Maguncia) desde el siglo XII hasta la Revolución francesa.



Durante el último tercio del siglo III existía en Tréveris una pujante comunidad cristiana, dirigida por los primeros obispos; Euquario, Valerio y Materno. Cabe suponer que la iglesia primitiva original se encontraba en el interior de los muros de la ciudad. Según la tradición, Elena, la madre cristiana del emperador Constantino, regaló su casa el obispo Agricio para que la transformase en la Iglesia. Las investigaciones arqueológicas han excavado una vivienda debajo de la catedral.



A partir del 340 se construyó "el edificio cuadrado" cuyos muros exteriores forman aún hoy el núcleo principal del edificio. Durante los tumultos provocados por las invasiones del siglo V, la catedral sufrió importantes daños, pero a mediados de la centuria siguiente el obispo Nicetio, la reparó con ayuda de constructores procedentes de Italia.



El impacto de las correrías normandas también alcanzaron Tréveris, y en el 990 el arzobispo Egbert enmuralló las dos columnas de la parte norte del cuadrado edificado por Nicetio por pilares en forma de cruz.



Hacia 1235 se construyó la Iglesia de Nuestra Señora, una basílica pontificial, sobre las ruinas amontonadas de la antigua iglesia del Sur. Por este tiempo también fue construido el claustro.



A principios del siglo XIV el arzobispo Balduino hizo elevar las torres orientales. Todavía se conservan elementos importantes de la catedral medieval: las rejas del coro, las tumbas, las esculturas. Los sepulcros conservados demuestran que la Catedral era el lugar elegido para enterrar a los arzobispos.


A pesar de su espíritu medieval, la catedral fue objeto de sucesivos añadidos y restauraciones desde el final de la Guerra de los Treinta Años, hasta 1974, cuando se consagró el nuevo altar. Dejando a un lado las creencias de cada uno, una edificación de esta envergadura es un enorme libro de historia, que cuenta la vida de una ciudad y de sus habitantes, y quizá por ese motivo, sea uno de los primeros lugares a los que me acerco cuando visito una ciudad. Y cada vez que vuelvo a una de estas catedrales, descubro elementos artísticos, recopilo un dato desconocido y aprendo algo nuevo (o simplemente lo recuerdo).



En la catedral el obispo dirige su diócesis como auténtico sucesor de los Doce Apóstoles, en doctrina, liturgia y jerarquía, y desde el altar celebra las principales misas del año litúrgico. Desde el siglo III, Tréveris es sede episcopal y desde entonces, el obispo ha estado apoyado por un grupo de sacerdotes que la ayudan a desempeñar sus funciones y cometidos.



La Santa Túnica.
La más preciada de las reliquias que se custodian en Tréveris es la Santa Túnica de Cristo. Y no puedo dejar de preguntarme, ¿cuántos cuerpos tuvo ese hombre?. Aunque lo que es evidente, es que la fiebre por las reliquias superaba la más elemental lógica y cualquier intento de racionalizar la Historia Sagrada. No obstante, el folleto informativo de la propia catedral advierte que no se puede afirmar la autenticidad de la túnica. Aunque al fin y al cabo, todo esto es cuestión de fe.




La túnica se refiere a la vida misma de Cristo, a su pasión, muerte y resurrección. Un símbolo de la redención y como tal, objeto de veneración y culto. Sostiene la leyenda que Elena, otra vez la madre del emperador, la trajo a Tréveris. La primera mención es del siglo XI, aunque su historia únicamente está confirmada desde el siglo XII, cuando la túnica se trasladó desde el Coro Oeste al nuevo Altar del Coro Este.



En 1512, y en presencia del emperador Maximiliano, el arzobispo Richard von Greiffenklau, se produjo la apertura del Altar Mayor, celebrándose la primera peregrinación a la Santa Túnica.  


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