jueves, 27 de diciembre de 2012

SERTORIO LIBERTADOR DE LOS HISPANOS (Y III)


 
El principio del fin para Sertorio comenzó con la llegada a Hispania de Pompeyo Magno (76 a.C.). El libertador de los hispanos tendrá que atender ahora dos frentes de combate a la vez; en el Levante será capaz de derrotar a Pompeyo, pero Metelo consigue penetrar en territorios de Lusitania.

“Muerto Sila, y Lépido después de Sila, parecía que Sertorio, disponiendo de un nuevo ejército de Italia que Perpenna, general de Lépido, le había llevado, había de transportar la guerra a Italia; temiendo lo cual el Senado, reforzó el ejército de Hispania con un nuevo ejército y un nuevo general, Pompeyo, joven aún, pero ilustre ya por sus hazañas en Libia y en Italia bajo las órdenes de Sila. Pompeyo, con grandes ánimos, atravesó los Alpes, no tan arrojadamente como Aníbal, sino abriéndose otro camino cerca de las fuentes del Ródano y del Eridano; los cuales nacen en los Alpes a no mucha distancia el uno del otro, fluyendo el uno a través de la Galia Transalpina hasta el mar Tirreno, y el otro, por este lado de los Alpes hacia el mar Jónico; llamado este último por los latinos Po en lugar de Eridano.
Apiano. Guerras Civiles. 1, 108 – 109.

Sertorio versus Pompeyo, dos grandes generales frente a frente. Ante un gran rival como era Pompeyo, Sertorio dió muestra de todas sus virtudes como militar.

“Mientras luchó contra los de Metelo parecía que su buena fortuna era debida más a la vejez y torpeza de Metelo, quien tenía que habérselas contra un hombre vigoroso y caudillo de una tropa de bandidos más que de un ejército regular; pero cuando, pasado que hubo Pompeyo los Pirineos, Sertorio acampó enfrente de él, y en toda clase de pruebas dio muestra de su habilidad militar tanto acometiendo como defendiéndose, entonces hasta Roma llegó la fama de que era el más diestro en dirigir la guerra entre los generales de su tiempo. Y no era poca la fama de Pompeyo, sino que estaba entonces en lo más florido de su gloria, a causa de sus hazañas en el partido de Sila, por las que éste le llamó “Magno”, es decir “Grande”, y obtuvo un triunfo siendo aún imberbe”
Plutarco. Sertorio, 18

Al año siguiente, tras tomar, y luego perder Valencia, Pompeyo marcha al norte del Ebro, y Metelo pasará el invierno en la Galia. Aprovechando esta situación, el Magno funda Pompaelo o Pompeiopolis (actual Pamplona).

Tras comprobar que en la costa no se conseguía nada, Pompeyo decide atacar el centro neurálgico sertoriano, el centro de la península. Dirigirá sus fuerzas al interior de Celtiberia, importante núcleo donde Sertorio recluta mercenarios. Aunque muchas ciudades resisten, algunas otras se unen a Pompeyo.

“Al año siguiente los generales romanos, un poco más animados, invadieron las ciudades de Sertorio con desprecio del enemigo, infligiéndole grandes daños; y enardecidos por estos éxitos, siguieron adelante”
Apiano. Guerras Civiles. 1, 113.

Uno de los grandes problemas que tendrá Sertorio será él mismo. A medida que la fortuna le iba esquivando, su carácter se iba agriando y endureciendo más de la cuenta. Y sin un buen estado de ánimo, es bastante factible, que todo lo que emprendamos termine en estrepitoso fracaso.

“Por mi parte, no creo que una virtud decidida y razonada pueda degenerar por ningún accidente en el vicio opuesto, aunque no es imposible que los mejores propósitos y caracteres bajo el embate de calamidades injustamente padecidas cambien en sus costumbres; y esto es lo que me parece que sucedió en Sertorio; cuando vio que le dejaba la fortuna, irritado por los mismos acontecimientos, se hizo cruel contra los que le ofendían”
Plutarco. Sertorio, 10

El primer golpe de mano, casi definitivo podríamos decir, que Roma propina a Sertorio, viene por la vía legal. En el año 73 a.C. se promulga la Lex Plautia de Redditu Lepidanorum. Se trata de una ley de armisticio, perdonando a todos los populares perseguidos y diseminados por todo el imperio. Muchos de los seguidores de Sertorio, cansados de tanta guerra, deciden abandonar a su general y regresar pacíficamente a Roma. Sin necesidad de entablar combate, la República ha lanzado un mortífero torpedo que ha impactado en la línea de flotación sertoriana. Ahora si que podemos decir que comienza la caída de Sertorio.

Aprovechando el desplome de las fuerzas sertorianas, Pompeyo avanza triunfalmente por el Valle del Ebro y la Celtiberia.

A pesar de todo, Roma no podía quedar tranquila mientras Sertorio siguiera respirando. Y como hizo en tantas ocasiones se sirvió de la traición y el asesinato a sangre fría, para dar por zanjada la partida. Marco Perpenna fue el traidor, y aprovechando un distendido banquete asesinó a Sertorio.

“[Perpenna] invitó a Sertorio, quien nunca dejaba su escolta, a un festín; y emborrachándolo junto con su séquito, después del banquete lo asesinó.”
Apiano. Guerras Civiles. 1, 113.

“Pero cuando Perpenna tomó una copa de vino y la dejó caer en el acto de estar bebiendo haciendo gran ruido, lo que era la señal convenida, Antonio, que estaba tendido al lado de Sertorio, le hirió con un puñal. Volvióse éste al golpe intentando levantarse, pero Antonio se lanzó sobre él y le cogió por ambas manos, de modo que, hiriéndole muchos a un tiempo, murió si poderse defender”
Plutarco. Sertorio, 26.

“El mismo Sertorio a los diez años de empezada la guerra, murió a manos de los suyos, víctima de las mismas intrigas que Viriato”.
Orosio, V, 23, 13.

“Los asesinos de Sertorio consideraron que ni siquiera deberían solicitar recompensa a los romanos, por cuanto recordaban que había sido anteriormente denegada a los asesinos de Viriato”
Orosio V, 23, 15

Muerto el pastor, las ovejas se diseminan solas, y tras concluir la pacificación de Hispania, en el 71 a. C. Pompeyo regresó a Roma.

“La mayor parte de los hispanos al punto abandonaron aquel partido, y se entregaron a Pompeyo y a Metelo, enviándoles al efecto embajadores; y Perpenna se puso al frente de los que quedaron con resolución de tentar alguna empresa.”
Plutarco. Sertorio, 27.


“Pompeyo en Hispania, habiendo previamente dispuesto tropas que atacasen desde un lugar oculto, condujo al enemigo, fingiendo temor, a una celada, y cuando llegó el momento a propósito, volvióse y cayó sobre ellos de frente y por ambos lados hasta aniquilarlo por completo, capturando incluso a su general Perpenna”
Frontino. 2, 5, 32.

Tres fueron las causas del éxito de Sertorio: el talento natural del propio Sertorio, su conocimiento geográfico y social de la península y el hábil aprovechamiento en beneficio propio de las instituciones, prácticas y costumbres de los diferentes pueblos hispanos.

En su debe, señalamos otras tantas claves para su derrota: el no cumplir todo lo prometido a los hispanos, que le granjeo la desconfianza, la ley de armisticio le privó de muchos de sus colaboradores y un ejército optimate más numeroso, más poderoso y dirigido por un gran general; Pompeyo.

“Esto es lo que encontré digno de recuerdo de lo que por este tiempo los romanos llevaron a cabo contra los pueblos de Hispania. Más adelante, cuando luchaban en Roma las facciones de Sila y de Cinna, y en luchas fratricidas dirigían las armas contra la patria, Quinto Sertorio, elegido pretor de Hispania por la facción de Cinna, levantó esta provincia contra Roma; y reuniendo un numeroso ejército y formando con sus amigos un consejo a imitación del Senado, se dirigía contra Roma con gran audacia y temeridad, cualidades por las que había alcanzado gran renombre de animoso. Atemorizado el Senado, eligió a los dos generales más acreditados de aquel tiempo, Cecilio Metelo con un fuerte ejército y Cneo Pompeyo con otro, para que por todos los medios alejasen aquella guerra de Italia, entonces dividida por las discordias. Pero Perpenna,uno de los facciosos, asesinó a Sertorio, y le sucedió en el mando de la sedición. Pompeyo dio muerte a Perpenna en una batalla, y así terminó esta guerra que tanto había aterrorizado a los romanos”
Apiano. Sobre Iberia 101.

Sertorio, hombre con las ideas claras, dispuesto a poner el destino a su favor, valiente general y con las capacidades necesarias para atraerse partidarios y manejar a las masas.

“Sertorio fue un hombre resuelto, un egregio general y hábil en manejar y gobernar a los soldados. En ocasiones difíciles no dudaba en mentir a los soldados si la mentira había de ser provechosa, ni en leerles mensajes falsos en lugar de los auténticos, ni en inventarse sueños ni en suscitar falsas supersticiones, si en algo estas cosas ayudaban a influir en el ánimo de los soldados”.
Aulo Gelio 15, 22


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