Pocas criaturas fantásticas han despertado a la vez admiración y temor como el Dragón. Réptiles mágicos y poderosos que llevan milenios alimentando la imaginación, los cuentos y las leyendas forjadas por la Humanidad alrededor de la hoguera.
Compartimos con los reptiles nuestro cerebro más simple y primitivo, nuestra parte más animal y primaria, el responsable de nuestros apetitos más básicos. Esa extendida costumbre de pasar horas tumbados al sol del verano quizás sea una reminiscencia de nuestro pasado reptiliano.
Nuestro yo mamífero de sangre caliente y el yo racional rechaza a ese reptil que encarna nuestros miedos más atávicos, de manera que el Dragón se convirtió en enemigo mortal de todo lo creado por el ser humano. El héroe civilizador transmutó en matadragones.
Hubo un tiempo en que toda Europa estaba llena de dragones y otras clases de reptiles monstruosos. Como la famosa Tarasca derrotada por Santa Marta o el no menos popular Graoully de Metz. Los vecinos vivían atemorizados hasta que un héroe o heroína derrotaba al monstruo.
Los ríos y lagos alpinos eran hábitat ideal para los Dragones. En la bella ciudad austríaca de Klagenfurt vivía Lindwurm, y el héroe Jasón remontó el río Sava y mató a otro dragón en el lugar donde se fundó Ljubliana.
De las brumas de Avalon, de la Materia de Bretaña, surge Uther Pendragón y su vástago, su legítimo sucesor, el rey Arturo. Padre e hijo son herederos de la poderosa sangre del Dragón. El destino de ambos estaba escrito en las estrellas desde la noche de los tiempos.
Si viajamos a las tierras de Septentrión, donde son posibles todos los prodigios, encontramos a Sigfried, el trágico héroe del Anillo del Nibelungo, que mató a Fafnir y se baño con su sangre para volverse invulnerable.
Durante la Edad Media Europa estaba llena de dragones. La mayoría murieron a manos de jóvenes caballeros que hacían méritos para enamorar a alguna chica de largos cabellos y bonita sonrisa. Más tarde también se extinguieron aquellos caballeros.
En el Medievo se impuso un concepto amoroso cortesano, gentil y fálico. El caballero corteja a la dama, y la dama, emocionada (y llena de lujuria) se deja seducir. Él monta en su caballo y con su lanza enhiesta atraviesa el corazón del Dragón.
La llama prende en el corazón, y en la entrepierna de la dama, que recibe satisfecha la ofrenda de su paladín. Y tras la tempestad de la batalla, de nuevo los arrumacos. El descanso del guerrero.
La iglesia católica comprendió el peligro que representaba el Dragón y no dudó en identificarlo con el maligno, con el mismísimo Satán. Y ahí surge San Jorge, el héroe cristiano que derrota al Dragón y se convierte así en espejo para los caballeros y en patrón de la caballería.
Y si hablamos de caballería no podemos dejar de mencionar a la Orden del Dragón fundada por el emperador Segismundo. Vlad Drácula encarna mejor que nadie es espíritu draconiano, un personaje con dos caras; la del Dragón y la del Diablo.
El poderoso dragón se convirtió en blasón y emblema de familias de la nobleza, casas reales y estados modernos.
Los cuentos de hadas se llenaron de malvados dragones que protegían tesoros fabulosos o mantenían cautivas a inocentes princesas. Siempre había un caballero que los cazaba. Como recompensa un beso e imaginamos que un buen meneo con la princesa de turno.
En Zagreb la escultura de San Jorge sintetiza todo el simbolismo; la lanza fálica, el dragón derrotado y el rostro agotado del caballero después del éxtasis con su dama. Que según el concepto de amor cortés, estaba casada con otro hombre.
Uther Pendragon, el Dragón muerto por el brazo de San Jorge, el Dragón de Ljubliana, el de Klagenfurt, Santa Marta y la Tarasca, la Orden del Dragón..... una criatura presente en el imaginario popular y en los círculos esotéricos de la Edad Media.
En nuestra mente imaginamos una Edad Media llena de Dragones. Pero como consecuencia de estas cacerías terminaron desapareciendo de Escandinavia, de Bretaña, de los Alpes, de los ríos, de los lagos, de las profundas selvas, y de cualquier rincón donde antaño habitaron.
En Zagreb la escultura de San Jorge sintetiza todo el simbolismo; la lanza fálica, el dragón derrotado y el rostro agotado del caballero después del éxtasis con su dama. Que según el concepto de amor cortés, estaba casada con otro hombre.
Uther Pendragon, el Dragón muerto por el brazo de San Jorge, el Dragón de Ljubliana, el de Klagenfurt, Santa Marta y la Tarasca, la Orden del Dragón..... una criatura presente en el imaginario popular y en los círculos esotéricos de la Edad Media.
En nuestra mente imaginamos una Edad Media llena de Dragones. Pero como consecuencia de estas cacerías terminaron desapareciendo de Escandinavia, de Bretaña, de los Alpes, de los ríos, de los lagos, de las profundas selvas, y de cualquier rincón donde antaño habitaron.
Un Dragón, otrora poderoso y orgulloso, queda reducido a la nada, su espíritu doblegado por una certera lanzada que partió en dos su corazón. La valentía derrotada por la plegaria, la honestidad por la hipocresía y la vitalidad por la desidia.
¿Y ahora qué?. En una Europa en la que ya no quedaban dragones ¿cómo podrían los caballeros demostrar su valentía?, ¿de qué peligros iban a salvar ahora a la dama que deseaban?.
¿Entonces? Entonces pusieron los ojos en un pariente menor del dragón, el cocodrilo. Los peregrinos y cruzados los conocieron en Tierra Santa, y los exploradores y aventureros los encontraron en Asia, y también en el Nuevo Mundo. Ya que no hay dragones, podemos cazar cocodrilos.
Conocido desde la Antigüedad, Plinio el Viejo, autor de Historia Natural, se refería a él como "maldición del Nilo". En el Egipto de los faraones era considerado un animal sagrado y se asociaba al dios Sobek.
En Nimes, una destacada ciudad galorromana, se acuñaron monedas en las que aparecían una palmera y un cocodrilo. Estas monedas se hicieron para conmemorar la victoria de Octavio sobre Cleopatra y Marco Antonio.
Antes que San Marco, Venecia tuvo a otro patrón, San Teodoro, entronado en una de las columnas levantadas frente al Palazzo Ducale. La gran hazaña de Teodoro fue cazar a un enorme cocodrilo que tenía amenazados, por su ferocidad, a los primeros habitantes de la Laguna.
Jean Paul Borres, satanista y experto en ciencias ocultas, autor de libros heterodoxos y extraños, sostiene que detrás de la leyenda de San Teodoro, se oculta un culto ancestral al Dragón de las aguas. Los primeros venecianos le ofrecían sacrificios humanos para aplacar su cólera.
Extinguidos los dragones, los aventureros y caballeros europeos se dedicaron a cazar cocodrilos, y como buenos cristianos, los ofrendaban a las iglesias. En Saint Bertrand de Commingnes, en el Pirineo francés, se conserva este ejemplar llegado desde Tierra Santa.
Extinguidos los dragones, los aventureros y caballeros europeos se dedicaron a cazar cocodrilos, y como buenos cristianos, los ofrendaban a las iglesias. En Saint Bertrand de Commingnes, en el Pirineo francés, se conserva este ejemplar llegado desde Tierra Santa.
En España también existen ejemplos de esta tradición de enfrentar y dar caza al Dragón, en estos casos cocodrilos, como en Medina de Rioseco y en Viso del Marqués. Los animales llegados de otras latitudes causaban gran expectación en Europa. El exotismo alimenta la imaginación.




























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