Goliardo, poeta, bebedor empedernido y anarquista (siglos antes de Bakunin), con su fina pluma y ácida verborrea atizó a todos: al guerrero, al obispo y al noble. Aunque como hacen todos los antisistemas declarados, no rechazó ni hizo ascos a la protección y el dinero que le regalaba cierto prelado, canciller del emperador Federico Barbarroja.
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