El lento caminar del peregrino le permite descubrir la grandeza de historia y calor humano que se esconde en los pequeños pueblos que jalonan el Camino de Santiago. Aunque en muchos se han perdido los testimonios monumentales de su pasado jacobeo, sigue viva la tradición de hospitalidad y acogida que es propia del Camino. Este es el caso de Azofra, pequeño pueblo riojano entre Nájera y Santo Domingo de la Calzada, en el que el peregrino forma parte de la vida cotidiana de sus gentes.
En el Valle de Cañas, a dos leguas de Santo Domingo de la Calzada, se encuentra la Villa de Azofra. Es un típico pueblo riojano rodeado de viñas y campos de remolacha, cereales y patatas. Tiene unos quinientos habitantes dedicados en su mayoría a la agricultura. El carácter abierto de los riojanos está aquí acentuado por la hospitalidad propia de un pueblo del Camino de Santiago.
Esta es una de las claves de Azofra: su situación en la Ruta Jacobea. Las dos calles principales, Calle Mayor o Real y la Calle del Sol, son una prolongación del Camino. El documentos más antiguos de la historia de Azofra es un pergamino que nos habla de la fundación de un hospital de peregrinos en el siglo XII. “En el nombre de Dios y con su gracia. Sea conocido a todos los hombres tanto presentes como futuros, como yo Rodrigo por la graciade Dios obispos de Calahorra y Nájera , te concedo a tí, Doña Isabel, hacer un oratorio en el hospital que haces en la villa que se dice Azofra, y un cementerio para sepultura solamente de los peregrinos”. En esa fundación parece recogerse la esencia del espíritu jacobeo: un oratorio para rezar a Dios y al Apóstol, un hospital para reparar el cansancio del camino y un cementerio que inmortaliza el caminar de los peregrinos que se quedaron para siempre en la ruta de Santiago.
I. Melchor.
Azofra. Mirando a Compostela desde La Rioja.
Revista Peregrino Nº 3.
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