miércoles, 16 de diciembre de 2020

BATALLA DE POLTAVA.


Entre 1701 y 1721 se desarrolló la Gran Guerra del Norte, en la que Suecia pretendía reafirmar su hegemonía en la región, mientras que Rusia trataba dibujar su propia zona de influencia. El rey Carlos XII de Suecia, conocido como Alejandro del Norte, pasó todo su reinado guerreando contra los vecinos, y en el verano de 1708 se propuso inclinar la balanza a su favor invadiendo Rusia. Aliado al atamán cosaco Mazeppa, penetra en las llanuras de Ucrania y avanza hacia la capital, Moscú. Pero Rusia es invencible en su propio terreno, como tantas veces ha demostrado la historia. El invierno, la humedad y el frío, pero también el agotamiento, las epidemias y la tenas resistencia rusa, van diezmando, semana tras semana, a sus sufridas tropas.



En verano de 1709, Carlos lejos de retirarse, continua su avance, con un escaso ejército, y tercamente decide sitiar la fortaleza de Poltava, a orillas del río Vorskla, en Ucrania. Este plaza fuerte controlaba los caminos que se dirigían al interior del país. Entonces el zar Pedro el Grande lanzó a sus tropas, que superaban numéricamente (aunque no en calidad) a las suecas. Unas horas después de comenzada la batalla la derrota sueca era un hecho.



Carlos XII, como posteriormente la pasó a Napoleón Bonaparte y al ejército alemán de la Segunda Guerra Mundial, sucumbió en Rusia. El monarca consiguió huir y encontrar refugio en el Imperio Otomano, mientras que la mayor parte de su ejército fue hecho prisionero por los rusos. Se cuenta que fueron empleados como mano de obra en la construcción de la nueva y flamante capital, San Petesburgo.



La victoria en Poltava, y en la Gran Guerra del Norte, marca el origen del estado moderno ruso de la mano del zar Pedro I, y es el punto de arranque del extenso Imperio Ruso de los Romanov que llegaría a unir el Volga con el Océano Pacífico.




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