martes, 25 de agosto de 2020

ASÍ SE VIVÍA EN EL IMPERIO ANTIGUO




Si hay una época histórica que despierte admiración, es el Imperio Antiguo. Este período se tomó como referencia para el gobierno, la escritura, el arte y la religión. Cuando Egipto se sumió en tiempos difíciles (que quebraron la unidad del Imperio), los ojos de todos se volvieron hacia esta primera época de gran esplendor y se intentó volver a los orígenes.

La larguísima etapa histórica que va desde la dinastía III hasta la VI, abarca más de 500 años. En este período la monarquía alcanzó su máximo apogeo, y el faraón, unificador del Alto y Bajo Egipto (y garante de esta unidad) ya había surgido en tiempos anteriores, pero es a partir de la dinastía III cuando aparece el faraón como centralizador del poder.

La capital del reino de Egipto se ubicaba en Menfis, cerca de la cual se alzaban las necrópolis reales de Saqqara y Guiza. La escritura, plenamente formada en las dos dinastías anteriores, se convirtió en herramienta básica de los funcionarios, aunque no se extendió hasta avanzado el Imperio Antiguo. Esta época fue marco de muchos cuentos escritos en épocas posteriores, que miraban hacia atrás en el tiempo con una mirada apasionada y romántica.

Dyoser fue el creador del Imperio Antiguo. Su reinado supuso cambios en las prácticas funerarias y en las creencias religiosas, así como en las manifestaciones artísticas y la arquitectura, con el paso del uso del adobe a la piedra. Surge también la gran estatuaria para dar respuesta a la necesidad de representar al difunto en el Más Allá, y a una moda estética. Los personajes eran esculpidos de forma individual, en parejas o formando triadas. Al principio únicamente eran esculpidos los faraones, pero a medida que aumentaba la riqueza, los recursos disponibles, y sobre todo el poder de los funcionarios, apareció un arte no oficial, que se permitía más licencias y no era tan rígido.

Si nos centramos en el ámbito religioso, en el Imperio Antiguo ya se conocía la mayoría de los dioses que forman el panteón egipcio, que habían surgido en el Predinástico, y es en esta época cuando se consolida el mito. Los faraones de la dinastía IV se pusieron bajo la protección directa del dios Ra, y se llamaban hijos de Ra en uno de sus títulos. El faraón se identificó con el dios Horus, protector de la monarquía, y empieza a cobrar fuerza y protagonismo el dios Osiris. Desde la reunificación del Alto y el Bajo Egipto, Horus pasó a ser el dios protector de la monarquía; en épocas posteriores el faraón en épocas posteriores. Unos de los títulos del faraón era el de Horus de Oro. En el serej donde se escribía el nombre del faraón aparecia uno de estos dioses-animales.

Los principales textos religiosos eran los Textos de las Pirámides, de raíces más antiguas (como toda la cosmogonia y religiosidad nilótica) y se esculpían en las paredes de las pirámides. Es ahora cuando aparecen las primeras momificaciones, y a partir de la dinastía III se cambió el edificio funerario del faraón, de la mastaba a la pirámide (construcción que alcanza su apogeo en estos momentos), y del adobe a la piedra. El derecho a disfrutar de la vida eterna en el más allá, privilegio exclusivo del faraón, se fue extendiendo también a los funcionarios.

Los propios egipcios consideraban el Antiguo Imperio como la época afortunada de la historia, la edad dorada en que su civilización alcanzó una gran perfección. ¿Acaso la sociedad no está organizada en forma de pirámide, con el rey, cúspide que irradia todas las cosas, y todo el país que le sirve de base? Ya hemos visto que la historia anecdótica de los faraones es prácticamente inexistente. Tienen un único deber, una única pasión: construir, hacer templos para que se rinda culto a los dioses y que éstos vivan en la Tierra. Egipto es como un inmenso espacio en obras donde arquitectos, artesanos y obreros conjugan sus esfuerzos para embellecer la «tierra amada». No existe ninguna preocupación estética en esta empresa, no se trata del arte por el arte: se construye para garantizar la supervivencia del rey y de la nación. La llanura de Gizeh no es una zona muerta, siniestra, donde reina la muerte y el infortunio. En realidad, en este lugar se establece contacto entre el Más Allá y la vida terrestre.
Christian Jacq
El Egipto de los Grandes Faraones.

La vida cotidiana de la gente humilde transcurria, como en este siglo XXI, en las orillas del río Nilo. Los egipcios del Imperio Antiguo habían aprendido a observar las inundaciones para proteger las cosechas. Por supuesto agricultura y ganadería eran la base de la economía del país. El faraón era el propietario de todos los recursos, y sus funcionarios se encargaban de almacenar todo el grano en previsión de que, como ocurrió en época de Dyoser, hubiese escasez de alimentos. Cuando se retiraban las aguas, se delimitaban las parcelas de los campos de cultivo y se plantaba el cereal. La dieta la complementaban con la recolección de frutos. El alimento principal era el pan y la cerveza, que se elaboraba con harina de trigo o de cebada. Cuando llegada la cosecha, toda la familia iba a los campos, a recoger las espigas.

Ya en esta época se documentan contactos comerciales con el exterior, con expediciones a Nubia y al Sinaí. También hubo una serie de conflictos armados en Palestina. La maquinaria del Estado egipcio se mantenía gracias a un funcionariado perfectamente estratificado, con el visir al mando de todos ellos. El país estaba dividido en nomos, al frente de los cuales había un funcionario denominado nomarca. Aunque al principio se habla de una unión de nomos con el faraón, hacia finales del Imperio Antiguo se declararon independientes, lo que originó la desparición del Imperio Antiguo y el comienzo del Primer Período Intermedio.


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