Dentro de la propia revolución
francesa Jean Paul Marat, orador y demagogo popular e influyente, se
convirtió en la voz de la insurgencia, su vehemente discurso mandó
a la guillotina al rey y a su esposa, y a todos aquellos que no
simpatizaban con la República. Conocido como el amigo del pueblo,
terminó convertido en su verdugo, un auténtico inquisidor contrario
a todo aquello que recordase, siquiera lejanamente, al Antiguo
Régimen. Todo el odio que generó a su alrededor, terminó
volviéndose en su contra. En julio de 1793 Marat era asesinado por
Charlotte Corday mientras tomaba tranquilamente un baño en su casa.
A pesar de su muerte Marat seguía vivo entre sus seguidores y los
jacobinos utilizaron su fatal destino para convertirlo en el mártir
de la Revolución.
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