Platón,
Sócrates, Pericles y compañía hubiesen sufrido un colapso si
llegan a ver a una mujer participando en las Olimpadas. El
acontecimiento tuvo lugar en París, en 1900, recién nacido el siglo
XX. Charlotte Cooper tuvo el honor de ser la primera mujer campeon
olímpica de la historia. En este caso en la competición de tenis.
Pero cosas del patriarcado dominante, en aquella edición las mujeres
aún no recibían medallas. Esta tenista inglesa, fue una de las
mejores deportistas de su tiempo, además del triunfo olímpico ganó
cinco veces Wimbledon (la última vez con 37 años) y quedó seis
veces subcampeona. A los 26 años Charlotte quedó totalmente sorda,
una circunstancia que confiere más mérito a sus triunfos, pues el
oído es un sentido muy imporante para el tenista. En 1912 jugó la
final de Wimbledon con 41 años, haciendo cierto el dicho aquel de
que las viejas rockeras nunca mueren.
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