jueves, 4 de junio de 2020

IMHOTEP, SABIO, MAGO Y ARQUITECTO.




Imhotep, aquel que viene en plenitud, también escrito Imutes, fue visir de Dyoser y principal colaborador del faraón que inició el Imperio Antiguo. Además de visir fue médico del rey, sumo sacerdote de Heliópolis y escriba. A este primer científico de nombre conocido, se debe la construcción del recinto funerario de Saqqara. Divinizado posteriormente en el período Saíta, se le considera inventor de arquitectura en piedra y especialmente de la pirámide.

Imhotep es el primer científico de la historia cuyo nombre nos es conocido. Con el paso de los siglos surgirían todo tipo de leyendas sobre él. Alcanzó gran renombre como médico cuyas facultades curativas eran casi mágicas; de hecho, muchos siglos después fue incluido en el panteón egipcio como dios de la medicina. Se le atribuye además el hecho de haber guiado al pueblo egipcio, con éxito, a través de años de sequía gracias a haber previsto el almacenamiento de trigo, por lo que es posible que la historia bíblica de José se base en parte en la leyenda de Imhotep. Aparte de su fama legendaria como médico, científico y mago, Imhotep fue sin duda el primer gran arquitecto. Fue él quien emprendió la construcción de la mastaba de Zoser, que iba a ser la mayor de las construidas hasta entonces, y que además lo fue en piedra en vez de en ladrillo. Esto satisfizo sin duda la necesidad de Zoser de impresionar a los egipcios con el poder de los reyes de la nueva dinastía.
Isaac Asimov.
Historia de los Egipcios.

En Imhotep podemos reconocer al primer genio conocido de época histórica cuyo modo de pensar e imaginación trascendió a su tiempo y llevó por nuevos cauces la cultura humana.
Cyril Aldred
Los egipcios

La pirámide escalonada de Saqqara, la necrópolis de Menfis, rodeada de un monumental conjunto funerario, imitación en piedra de la capital y del palacio real. Se trata del primer gran monumento construido enteramente en piedra y es obra de la mente privilegiada de Imhotep.

Por primera vez en la historia, la brillante concepción y ejecución de un monumento real puede atribuirse a una persona conocida, cuyo nombre resonaría a través de los siglos como paradigma de la sabiduría y los conocimientos del antiguo Egipto: Imhotep. Un pedestal de estatua procedente de la galería de acceso a la Pirámide Escalonada —y que podían ver todos los que entraban en el recinto— lleva su nombre junto con el del rey.
Auge y caída del Antiguo Egipto.
Toby Wilkinson.

Es difícil conocer con exactitud cuáles son todos los avances que la sociedad egipcia le debe a este singular personaje cuyo nombre ha resurgido de nuevo gracias a la magia del celuloide. Una puesta en escena que no ha hecho más que recubrirlo de un halo fantástico, aún más si cabe, del que originariamente tuvo.
Juan Jesús Vallejo
Breve historia del Antiguo Egipto.

En el alba de la civilización eclosionó el Egipto Faraónico e Imhotep, personalidad enciclopédica, fue el primero de todos los hombres que se elevó por encima del resto gracias a su sabiduría. Escultor y carpintero, visir del faraón Zoser, gran sacerdote de Heliópolis, arquitecto que diseñó las primeras pirámides, reputado médico asimilado por los griegos con su dios Asclepio, mago conocedor de los secretos de la vida y la muerte, astrónomo que escudriñó los cielos, filósofo y muy probablemente autor de un “Libro de instrucciones”. Imhotep es para la historia el primer arquitecto de nombre conocido, y para la cultura popular, el sabio primigenio, aquel que inició el camino del conocimiento total, que muchos otros han seguido después de él.

El sacerdote Manetón dice acerca de Imhotep que «a causa de su ciencia médica es considerado por los egipcios como Esculapio; a él se debe el procedimiento de la piedra tallada para la construcción de monumentos y también se dedicó a las letras». Imhotep, «primer ministro» y amigo personal de Zóser el Magnífico, es uno de los genios más grandes de la historia. Es el artífice de una revolución artística de un alcance considerable, puesto que fue el primer arquitecto en construir en piedra un conjunto monumental tan importante como es el de Saqqara. Imhotep, según una inscripción encontrada en Uadi Hammamat, era hijo de Kanefer, que tenía el título de «Jefe de las Obras del país del sur y del norte»; dicho de otro modo, era el maestro de obras del reino nombrado directamente por el faraón. Así, tenía de dónde aprender, y probablemente aprendió el oficio con su padre y en los talleres reales de Menfis, la capital de Egipto. […] Según la tradición, Imhotep no poseía solamente las cualidades de un arquitecto; también era médico, mago, astrólogo, escritor y filósofo. Se trata de aptitudes que también se atribuyen a muchos grandes maestros de obras, sobre todo en la Edad Media, de Oriente y de Occidente. Para dirigir una obra, concebir el proyecto de un edificio, guiar el trabajo de los canteros y los escultores, decidir el «programa» simbólico para adornar el monumento, era necesario que un maestro de obras hubiera practicado esas disciplinas. Además, Imhotep tenía también importantes cargos administrativos en la corte de Zóser. […] Conocemos sus títulos a partir de una emotiva inscripción colocada encima del zócalo de una estatua de Zóser de la que sólo se conservan los pies; al lado del nombre del rey aparece el de su principal colaborador, Imhotep, «el canciller del rey del Bajo Egipto, el primero después del rey, el administrador del gran palacio, el noble heredero, el gran sacerdote de Heliópolis, el carpintero, el escultor, el fabricante de vasijas de piedra». Imhotep nos describe prácticamente su carrera: empezó tallando vasijas de piedra dura, además se encontraron muchas de ellas en los sótanos de Saqqara. Después fue escultor, arquitecto, y ocupó las funciones administrativas y religiosas más altas. Administrativas al ser portador del sello real, es decir, un alto dignatario capaz de tomar decisiones comprometedoras para el destino del Estado egipcio; religiosas al ser sumo sacerdote de Heliópolis, la ciudad santa por excelencia, la ciudad del dios Sol. Los títulos de Imhotep pertenecen al substrato más ancestral de la civilización egipcia. En la época de Zóser, conservan aún toda su significación y muestran, en realidad, que Imhotep disponía de la casi totalidad de los poderes civiles y religiosos, y que trabajaba bajo la responsabilidad directa del faraón. Como Imhotep era también jefe de la justicia, superintendente de los archivos reales, «vigilante» de lo que aportan el cielo y la tierra del Nilo, «vigilante» de todo el país, jefe de los magos, y portador de las fórmulas que hacen eficaces los ritos, se constata que gozaba de las prerrogativas del «visir». [...]Sumo sacerdote del Sol. Imhotep, al igual que su señor Zóser, es un hombre profundamente religioso. Su obra arquitectónica no tendrá, pues, una finalidad estética. Imhotep es consciente de que está construyendo algo más que una tumba destinada a un individuo; la aventura de Saqqara es la salvaguarda de todo Egipto en el Más Allá, es algo necesario para que el país siga bajo la protección de los dioses. […] La gloria de Imhotep no se limitó al reinado de Zóser. Su prestigio fue aún más considerable que el de Zóser. Varios siglos más tarde, cuando el arpista del rey Intef recita una poesía melancólica sobre los grandes hombres del pasado, cita a Imhotep entre los sabios y los escritores: «Escuché —dice— los preceptos de Imhotep». Desgraciadamente, los libros de máximas de Imhotep han desaparecido. Él fue durante mucho tiempo el patrón de los escritores y de los escribas, quienes, cuando empezaban a dibujar jeroglíficos, vertían unas gotas de agua en su salserilla para honrar la memoria de su antepasado Imhotep. A partir de la XXVI dinastía, que admiró tanto al Imperio Antiguo, se crearon estatuillas de bronce que representaban a Imhotep. Aparece sentado, en una postura severa, con un rollo de papiro sobre sus rodillas. Lleva la cabeza rapada y va vestido con un traje largo. Todo en él es calma y serenidad. Su fama no cesa de aumentar. Se le adjudicará un cuerpo especial de sacerdotes, porque Imhotep se convierte en dios.
Christian Jacq
El Egipto de los grandes faraones

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