domingo, 10 de mayo de 2020

FRED LORZ, THOMAS HICKS Y LA MARATÓN MÁS SURREALISTA DE LA HISTORIA.




Tercera edición de los Juegos Olímpicos, ciudad de San Luis (Misuri), mes de agosto de 1904, treinta grados a la sombra, el Maratón, prueba reina del atletismo está a punto de comenzar. Esta es posiblemente la carrera más surrealista y absurda de todos los tiempos, cuyo guión bien pudo llevar la firma del mismísimo Groucho Marx.

Treinta y dos atletas se enfrentaron con unas condiciones demenciales (verano, tres de la tarde, sur de los Estados Unidos) y un exigente recorrido por auténticos caminos de cabras, sendas polvorientas, sin asfalto y con grava suelta, que atravesaban siete colinas, a más de treinta grados y un único punto de agua para el avituallamiento. A la hora prevista se presentó en la línea de salida un variopinto grupo de hombres dispuestos de luchar por alcanzar la gloria olímpica. Solo catorce de ellos lograron cruzar la línea de meta. La organización, las circunstancias y los propios corredores convirtieron esta carrera en la más surrealista de todas las disputadas en unas olimpiadas.

La salida se retrasó unos minutos, pues el cubano Félix Carbajal se presentó con pantalón largo, bointa y unos zapatos de calle. Un atleta norteamericano le ayudó cortándole los pantalones a la altura de la rodilla y de esta forma pudo encarar la carrera. Cuentan que el cubano se iba parando con todo aquel que veía durante el recorrido para practicar inglés. A pesar de todo esto, consiguió acabar en cuarto lugar.

Lentaw y Yamasani, zulúes y sudafricanos, fueron los primeros africanos negros en participar en unos Juegos Olímpicos. Se desenvolvían bien en carrera hasta que uno de ellos fue atacado por dos perros de gran tamaño. Otro corredor, William García, fue encontrado en un sendero, asfixiado por el polvo que levantaban los coches auxiliares.

Cuando llevaba corridos unos 14 kilómetros, Ferd Lortz, exhausto se subió a un automóvil y avanzó hasta pocos kilómetros de la meta. Bajó del coche, siguió corriendo como si nada y entró el primero en el estadio. Descubierta la trampa fue descalificado inmediatamente. Aunque fue sancionado a perpetuidad, se le levantó el castigo y el año siguiente ganó la maratón de Boston.

Descalificado Lortz, la medalla de oro colgaría del cuello de otro personaje caricaturesco, Thomas Hicks, payaso de profesión. Algunos amigos acompañaron a Hicks durante la carrera para pintarla apoyo, y algo más. Cuando vieron que flaqueaban le dieron unas pastillas de estricnina. Par que recuperase fuerzas le hicieron comer unos huevos crudos acompañados de algunos tragos de cognac. Finalmente, y ante la ausencia de avituallamiento, le refrescaron con agua del radiador del coche. Nunca sabremos si querían ayudarlo o pretendían mandarlo al otro barrio. El caso es que Thomas Hicks, primer caso de dopaje conocido, se convirtió en campeón olímpico, una victoria que casi le cuesta la vida. Después de aquello nunca más volvió a correr.



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