Hicsos, libios, nubios, asirios,
persas, griegos y romanos, todos extranjeros a ojos de los moradores
de las orillas del Nilo, ocuparon en algún momento el trono de
Egipto. El egipcio de las primeras dinastías se consideraba
invulnerable, protegido por las fronteras naturales del país, pero a
partir del Segundo Período Intermedio, diferentes pueblos fueron
rebasando esos difusos límites y asentándose en Egipto. Algunos
individuos pertenecientes a estos contingentes extranjeros llegaron a
convertirse en soberanos (Apofis I el hicso, Sesonquis I el libio o
el nubio Tarco), ostentando, la mayoría de las veces, el título de
faraón. Unos pocos se adaptaron a las instituciones egipcias y
fueron aceptados por la población; pero la mayoría se comportaron
como simples conquistadores.
Los hicsos, de origen semita,
fueron los primeros extranjeros en fundar sus propias dinastías (XV
y XVI) y tras el glorioso Imperio Nuevo, irrumpen en el país los
libios (dinastías XXII y XXIII). La decadencia egipcia es, en estos
momentos, imparable. Sacerdotes, militares y nomarcas indígenas
siempre estaban prestos a recuperar el poder (o en todo caso a crear
dinastías paralelas), especialmente en los tiempos de inestabilidad
y crisis.
La siguiente dinastía, la
XXII (945 – 712 a.C.), era de origen libio y sus faraones
gobernaron Egipto. Su primer representante Sesonq I (945 – 924
a.C.), que se enfrentó a los reyes de Judá e Israel, venciéndolos.
La dinastía XXIII (818 – 715 a.C.) fue también libia; la XXIV
(727 – 715 a.C.), saíta, y la XXV (747 – 656 a.C.), kuhista, de
Napata (Nubia). Esto prueba la rápida descomposición del poder en
Egipto, en la denominada Baja Época egipcia, durante la que aún se
conocen los gobiernos de las dinastías XXVI a XXX, formada a veces
por monarcas extranjeros, como los persas – que dominaron Egipto en
dos ocasiones, en los años 525-404 y 341-333 a.C. - , tras un
período efímero de reconstrucción del país, aunque éste ya no
volvió a recobrar su pasado esplendor. Herida de muerte, la anciana
civilización navegaba a la deriva, como una gran nave abandonada,
aunque aún no se había hundido. Entre sus viejas maderas guaraba
todavía un tesoro que legar a la Humanidad: la civilización
helenística, que con su ciencia, su filosofía y, sobre todo, con
sus religiones de salvación, llevarían a Egipto más allá de la
Historia, haciendo que su espíritu fuera inmortal.
Ana María Vázquez
Antiguo Egipto.
El terrorífica maquinaria bélica
asiria también se apoderó de Egipto y el gran Imperio Persa, con su
Rey de Reyes del frente, lo convirtió en una Satrapía, Alejandro
Magno inauguró un nuevo tiempo y Octavio Augusto puso fin a la
milenaria historia del Egipto Faraónico.
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