viernes, 21 de febrero de 2020

CASTRO CALDELAS. ATALAYA EN LA RIBERA SACRA.




Un castillo medieval que soñó haber sido un castro inexpugnable que detuvo a los legionarios romanos una y otra vez. En plena Ribera Sacra se eleva el castillo y la población de Castro Caldelas, una atalaya humana sobre las espectaculares gargantas del río Sil.




Esta villa orensana fue de realengo hasta que en el año 1336 Alfonso XI la cedió a Pedro Fernández de Castro, señor de Lemos y Sarria. Pero nada es eterno, y menos en un contexto bélico. Durante la guerra entre Pedro I el Cruel y su hermano Enrique de Trastámara, mudó de propietario, ya que los partidarios de este último se adueñaron de la fotaleza.




Los irmandiños destruyeron parte de la fortaleza en el año 1467, durante la agresiva revuelta, para defenderse de los abusos de los Señores, dueños de la tierra y de la vida. Los gritos del pueblo levantado en armas, abaixo as fortalezas, aún resuenan en los muros del Castillo. Después de derribar la torre del homenaje, y otros paramentos, la rebelión fue sofocada por Don Pedro Álvarez Osorio, I Conde de Lemos. Posteriormente obligó a los vecinos de Caldela a reconstruirla; vosotros la tirastéis y vosotros la levantaréis. Para sufragar las obras impuso elevados gravámenes sobre el pueblo. Esta fue la causa de que los vecinos de la villa acabasen pleiteando con el conde ante la mismísima Audiencia de Valladolid. Finalmente el rey se pronunció a favor de los caldelanos. El ducado de Alba, heredero de la plaza, la cedió al ayuntamiento en 1992.




El castillo se ubica en la parte más alta de la villa y las viviendas se agrupan a su alrededor buscando su protección. El paso de los siglos lo ha convertido en un símbolo de identidad. Su máximo esplendor llegó en el siglo XV, época marcada por los enfrentamientos entre los sectores laicos y eclesiásticos, y entre estos y el pueblo. La conflictividad acabó en la citada violenta revuelta irmandiña que supondría la destrucción parcial de la fortaleza.

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