martes, 28 de enero de 2020

UN DESIERTO PROTECTOR.





El egipcio creía ser un elegido por los dioses ya que habitaba un lugar aislado del resto del mundo. El desierto arábigo a un lado del río y el desierto Libio al otro margen, en el norte del mar Mediterráneo y al sur una sucesión de cataratas que hacían muy complicada la navegación por sus aguas. Los egipcios viven aislados y su prosperidad es fruto de ese aislamiento, que según ellos les venía dado por los dioses.


El Valle del Nilo esta flanqueado por dos desiertos, el Libico al oeste y el Arabigo al este. El desierto Libico, mas bien llano, se caracteriza por la existencia en el de numerosos oasis, el mas importante de los cuales es tambien el mas cercano al Valle: se trata del Fayum, importante lago de agua salobre conectado con el Nilo a traves de un brazo de este, el Bahr Yusef. En el desierto Arabigo, de configuración montañosa, hay canteras de esquisto, porfiro, alabastro, diorita y granito, pudiendose encontrar tambien oro y piedras preciosas; el terreno abrupto hace dificiles, pero no imposibles, las comunicaciones del Valle del Nilo con el mar Rojo. 

Josep Padró. 
Historia del Egipto faraónico.


Las fronteras naturales daban a Egipto una sensación de protección y seguridad, ya que por lo complicado de dichas fronteras las invasiones eran más difíciles. Aunque por el Delta se produjeron invasiones del pueblo libio y de pueblos asiáticos. Uno de ellos, los Hicsos, dejó una profunda huella, llegando a crear incluso dinastías. Esta invasión puso en entredicho la seguridad de la frontera natural. Una vez que fueron expulsados los hicsos, los egipcios empiezan a salir de sus fronteras e invaden la costa Sirio-Palestina.



El río es una de las explicaciones de la próspera y milenaria historia faraónica; otra son los profundos desiertos que balizan el valle del Nilo, impidiendo la penetración masiva de pueblos invasores; no menos imporantes fueron la religiosidad del pueblo egipcio, canalizada por un sacerdocio fuerte y, casi siempre, cooperante con el poder civil, y una monarquía hereditaria y teocrática, en la que el faraón, hijo de dios, regía a su pueblo con mano de hierro. Cuando fallaba algunos de los factores, se acumulaban los problemas: profundas épocas de sequía en África produjeron míseras cosechas – las llamadas vacas flacas, de las que hablaba el sueño del faraón que supo interpretar José -; el descuido de las fronteras o la decadencia política o la ineptitud del faraón permitieron que pueblos invasores saltaran mares y desiertos, como los hicsos, pueblos del mar, nubios, libios, asirios,persas . . . Un fenómeno mínimo si se considera que esas crisis se produjeron a lo largo de unos 3.000 años y las últimas, una sobra la otra, en plena decadencia, activada por las disensiones dinásticas y los conflictos entre el templo y el trono.
David Solar.
Cavernas, Pirámides, Imperios.


Los oasis que se encontraban en estas extensos desiertos, especialmente en las tierras occcidentales, proporcionaban a los egicpios algunos productos valiosos para su economía, como los dátiles. Todas esas tierras desérticas al occidente de Egipto recibía el genérico nombre de Libia y sus habitantes libios.


Pero el desierto no se encuentra totalmente deshabitado, a pesar de la dureza del entorno y el rigor del clima, algunos grupos humanos, acompañados por su animales, llevan viviendo aquí desde el principio de los tiempos. Los egipcios denominaban al desierto la Tierra Roja (en contraposición a la Tierra Negra , los fértiles limos arrastrados y depositados por las aguas del Nilo) y se extiende a cada lado de las orillas del Nilo. Las ancestrales poblaciones de los desiertos se concentran junto a los oasis, donde es posible ver pequeños pueblos o aldeas, en los que parece que la vida se detuvo hace mucho tiempo. Además de estas poblaciones establecidas, el desierto es el hogar de un pueblo nómada que ha sabido conservar sus tradiciones y costumbres a lo largo de las centurias, los tuaregs, u hombres azules, cuyos componentes se desplazan por el desierto perfectamente adaptados a él.


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